jueves, 29 de julio de 2010

Declaraciones de testigos de los asesinatos en la UP1 de Córdoba

 Norma San Nicolás, dio detalles de cuando estuvo detenida en la Unidad Penitenciara Nº 1 de Córdoba, en el marco del proceso que se realiza contra el ex presidente de facto y otros 30 acusados por delitos de lesa humanidad

Se retomó este jueves el juicio oral en Córdoba contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla, el ex comandante Luciano Benjamín Menéndez y otros 29 acusados por crímenes de lesa humanidad, cometidos en esa provincia durante el último gobierno militar.

En la audiencia, declaró como testigo Norma Susana San Nicolás, quien estuvo siete años cumpliendo prisión efectiva en la Unidad Penitenciaria Nº 1 y un año más con el régimen de libertad vigilada.

San Nicolás fue detenida el 21 de octubre de 1975 y recuperó su libertad en octubre de 1982. Según señaló, fue llevada al D2, donde sufrió maltratos varios, sesiones de tortura y vejaciones sexuales. Por entonces era estudiante, delegada del centro de estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Información.


Parte de la declaración de San Nicolás

El paso por la D2
La testigo relató su paso por la D2. “Me desnudaron para aplicarme torturas. Cuando me tiraron en la celda, me dieron la ropa, pero estaba atada y no me podía vestir. No nos llevaban al baño y me había hecho mis necesidades encima y había menstruado por el estrés. Un médico me revisó y constató las heridas y los moretones”.

“Después fui llevada a otra sala, en donde había una máquina de escribir. Me negué a firmar la declaración que supuestamente yo había hecho. Me amenazaron con que si firmaba mi declaración me llevaban a la cárcel, si no  me llevaban al cuartito, que era en donde torturaban a la gente. Entonces firmé. A fines de octubre o primeros días de noviembre me trasladan a la UP1.”

Las condiciones de detención de las mujeres en la Unidad Penitenciaria
“Al principio teníamos el régimen de los presos sociales, una cierta ventaja o derecho respecto de los otros,   teníamos visitas, diarios, calentadores y diversos elementos para realizar actividades.  Las presas políticas podíamos estar con nuestros hijos en la cárcel debido a nuestra escasa edad.”

La testigo relató las vivencias durante las requisas que incluían vejaciones sexuales. “A la hija de Marta Rosetti le torcían los pies delante de su madre. Nos dieron plazo para retirar a nuestros niños y había compañeras que no tenían con quien dejarlos. Nos fuimos convenciendo de que lo mejor era que los niños dejaran el penal.  Algunos niños fueron con el Padre Aguilera. Los retiraban del pabellón y se los llevaban. No teníamos la seguridad de que hubieran sido entregados a las familias.”

“Cuando nos trasladaron a Devoto en avión, nos golpearon muchísimo con algo que parecían gomas. Nos amenazaban con que nos iban a tirar al Río de La Plata. Las presas de Devoto se asustaron cuando nos vieron llegar desnutridas, sin haber tenido contacto con el sol, con la piel amarilla o azul.”
“Me pusieron suero cuando llegué a Devoto.”
“La comida era pésima. Era un líquido en el que nadaban bolas de grasa. Cuando había un hueso o algo de carne se lo dábamos a las presas que estaban embarazadas.”
“Había varias guardias de militares. Variaban cada cinco o siete días. Algunas veces venían gendarmes y el trato era bastante más respetuoso.”
“Nos cortaron el cabello con máquinas cero. A algunas presas las pelaron con forma de cruces o escalonadas. Esa requisa, según ellos, se produjo para ‘herir nuestra condición de mujer’, para hacernos sentir ‘mal o desagradables’.”
“En nuestro piso había una persona que estaba embarazada. Era María Rosa Donalicio de Ponce. Rompió bolsa y nosotros pedíamos que la atendieran. Se la llevaron esa noche y tuvo su bebé. Creo que al bebé se lo dieron a la familia de ella.”
“Estábamos las 24 horas con la luz prendida. Eera una especie de tortura. Muchas veces, cuando dormíamos, encontrábamos a alguien mirándonos por la mirilla de la celda.”
“En los momentos de distensión aprendíamos poemas y canciones, hablábamos, tratábamos de hacer alguna manualidad. Por ejemplo, cuando encontrábamos algún hilo de toalla hacíamos macramé.”

La muerte de Diana Fidelman
“En abril, es la primera vez que sacan del primer piso a una de las compañeras que estaba con nosotros,  Diana Fidelman. Rosita Díaz era un personal penitenciario que venía por la noche. Ella se había estado riendo de las payasadas que hacíamos, porque simulábamos sobre cómo sería el traslado de cada una de acuerdo a su personalidad, o qué se llevaría cada una a un supuesto traslado. Eso nos generaba distensión.”

“Nos avisaron de la celaduría que venían ‘los verdes’. Diana estaba en la misma celda que yo. Vinieron a buscarla y le dijeron que la iban a llevar a Judiciales. Preguntó por qué a esa hora, porque era muy extraño. Era de noche.”

“Unos días después Diana volvió y nos contó que la habían llevado a la D2 con otros varones del pabellón ocho y que había sido sometida a varios tipos de tormentos, incluso que había sido violada.”
“Después de eso, en mayo, el 17, vienen a buscar de nuevo a Diana y ella hablaba fuerte para que escucháramos. Explicaba que ya había sido sacada, interrogada, que estaba a disposición de la Justicia, que no entendía por qué la iban a llevar de nuevo. La ataron, la vendaron y se la llevaron.”
“No pasó demasiado tiempo, pero se escucharon ráfagas y disparos. En un primer momento no asociamos que podía ser algo que le había sucedido a Diana, pero al otro día, cuando vino la celadora de la mañana, venía desencajada y nos dijo ‘los mataron a todos’. Las ráfagas se sentían cerca del Penal.”

“La celadora nos dijo que con Diana se habían llevado a otros muchachos.”
Los “traslados” de Esther Barberi , Mirta Abdón y Marta Rosetti de Arquiola, Liliana Páez y Marta González de Baronetto
“Luego de unos días se escucha que se abre la puerta del pabellón. Entraron varias personas con ropa militar, no les pude ver la cara pero si oí el diálogo. Entraron a buscar a Esther Barberi. Ella preguntaba por qué la sacaban a esa hora y le contestaron que no hiciera más difícil las cosas, que tenían orden de trasladarla. La maniataron y la sacaron.”
“Al ratito sacaron a Mirta Abdón y la llevaron por el pabellón. Ella, a los gritos, preguntaba a dónde la llevaban, luego de esto, nunca más regresaron.”
“Marta Rossetti de Arquiola hablaba con las compañeras y se despedía, porque sabía que venían a matarla. Ella había escrito una solicitada denunciando la desaparición de los hermanos Chabrol. En el momento que la detienen, ella había visto en la celda de la D2 el nombre de uno de los hermanos Chabrol.”

“En el mes de agosto vinieron a buscar a Liliana Páez. Ella estaba sancionada en las celdas de castigo. Estaba en el piso superior. Esa mañana la llevaron a ella, a Avendaño y a Galarraga a Judiciales.”

“Marta González había parido a su hijo Lucas en condiciones infrahumanas. Atada y esposada a la cama. Cuando la vienen a buscar, por la mañana, pensó que la venían a buscar para llevarla a hacer el trámite de anotar a su hijo. Le pidió la campera a una compañera y me dice a mí ‘lo voy a anotar al Lucas’. Sentí, por esa intuición que tenemos las mujeres, que no era para eso. Lo primero que se me ocurrió fue decirle ‘preparate para lo que sea’. Y bueno, así se retiró del pabellón. No vi que la vendaran, pero supongo que en algún momento lo hicieron. Después se escucharon las ráfagas y nos enteramos que habían llevado también a cinco compañeros varones.”
“Marta González era muy instruida. Era maestra. Tenía carácter alegre, buena voz y participaba de coros. Nos enseñaba a hacer gimnasia rítmica en el patio. Era muy buena madre. A su hija Mariana la tuvo junto a ella en el pabellón mientras pudo, y estaba muy contenta del embarazo de su hijo Lucas. Ella quedó embarazada en la cárcel, durante las visitas íntimas.”

La muerte de José Moukarzel. Incidente con Alsina
“Percibimos que había una serie de movimientos extraños. Escuchábamos golpes. Después supimos que clavaron estacas en el patio.”
“La guardia del teniente Alsina se caracterizaba por ser muy violenta.”
“Unos días antes, Alsina había sacado a las detenidas Galárraga y Charo Muñoz, y las había llevado a un patio interno. Había estaqueado a Charo Muñoz. Pretendía que Galárraga le echara agua a Charo, mientras ella estaba en esa situación.”
“Hizo que Charo se arrastrara en el barro antes de estaquearla.”
“Tratábamos de evitar cualquier gesto que fuera tomado como una provocación por este teniente.”
“No podía tragar la comida porque estábamos escuchando lo que pasaba en el patio y me paré. En ese momento, entró Alsina. Me vio parada y me dijo ‘¿querés ver?’. Me agarró del brazo y me llevó a una celda. Abrió la ventana y me dijo mirá lo que soy capaz de hacer con todos ustedes.”
“Vi a una persona abierta de pies y manos, desnuda, mojada, muy delgada, alta y a otras personas más. La visión es muy limitada porque eran las primeras celdas.”
“Sé que era el teniente Alsina porque al principio, como no les conocíamos los nombres, le habíamos puesto ‘Remolino’, por la violencia con la que entraba. Después al escuchar al personal llamarlo ‘teniente Alsina’  supimos que se llamaba Alsina.”

“Se hizo la noche y el compañero seguía allí, prácticamente no se quejaba, pero sabíamos que seguía allí porque las compañeras que estaban en las celdas que daban al patio nos lo dijeron.”
“Cuando ya había anochecido se cortó la luz y Alsina subió hecho una furia, insultando al personal penitenciario por su ineptitud, por no poder lograr que la luz volviera. Al día siguiente las compañeras nos dijeron que se lo habían llevado.”
“A Mones Ruiz le decíamos ‘Avispón Verde’. Tenía marcas como de viruela en la cara.”

Su situación judicial
“Tuve una causa por asociación ilícita e infracción a la ley 20.840, en el Juzgado Federal  Nº 1, a cargo del  Dr. Zamboni Ledesma.”

“Fui trasladada al juzgado y allí el juez Zamboni Ledesma me tomó una nueva declaración. Le advertí del certificado del médico forense que había constatado las torturas y en qué condiciones había firmado aquella declaración en el Departamento de Informaciones.”
“Mi primer abogado fue el Dr. Vaca Narvaja, que después encontré en el cine del penal, en calidad de detenido. Por eso tuve al defensor oficial Molina.”
“Me llevaron al juzgado una segunda vez y ahí el Dr. Molina me llamó aparte, no delante del juez, y me sugirió que no insistiera con la denuncia de la tortura ni con las cosas que habían sido robadas de mi casa cuando me fueron a detener. Me dijo que tenía suerte, que estaba sola en la causa. Que investigar la tortura y el robo iba a demorar la causa y que, si me quedaba piola, eso iba a agilizar las cosas, que en tres meses iba a quedar en libertad.”
“Estuve presa hasta 1982 y después con libertad vigilada, debiéndome presentar en el D2 ante aquellas personas que me habían detenido y torturado.”

 
Pasó a un cuarto intermedio hasta el próximo martes el juicio oral contra Jorge Rafael Videla
En la última audiencia de la semana declaró como testigo Gustavo Tissera, quien dijo reconocer a algunos de los imputados. Las audiencias se retomarán la semana que viene y se espera que el tribunal oral continúe tomando declaraciones testimoniales

Este jueves finalizaron las audiencias de esta semana en el juicio oral en Córdoba contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad, cometidos en esa provincia durante el último gobierno militar. Se retomarán el próximo martes, a las 9.30, con más declaraciones testimoniales.

Antes de pasar a cuarto intermedio hasta la semana que viene, declaró como testigo Gustavo Ignacio Tissera. En su declaración aseguró reconocer a los imputados Miguel Angel Pérez, Miguel Angel Gómez, Enrique Mones Ruiz, Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez. En cuanto a Gustavo Alsina, dijo que lo confundió con el acusado Víctor Pino Cano y aclaró que “pasaron muchos años” y “que estaba cambiado y sin bigotes”. A Carlos Yanicelli señaló que lo reconoció por los diarios.

Parte de la declaración de Tissera

Tiempo de detención
Explicó que estuvo detenido desde mediados del año 1973 hasta mediados de 1983, cuando salió en libertad. Dijo que fue detenido en la vía pública, por personal de la Policía de la Seccional Primera, donde fue torturado.

Indicó que luego fue trasladado al penal de Bower, hasta el Navarrazo, luego a la Unidad Penitenciaria N° 1 y más tarde a la Cárcel de Rawson, donde recuperó su libertad.

Manifestó que fue juzgado por el juez Zamboni Ledesma y condenado a tres años.

Su etapa en la UP1
“Puedo dividir en dos etepas mi paso por la cárcel. Una normal, como preso común, y otra totalmente distinta, después del golpe, cuando toman la cárcel los militares, donde cambia absolutamente el trato. Fuimos aislados y nos golpeaban mañana, tarde y noche.”
“Un día hubo una requisa muy grande por parte de los militares. Nos golpearon y nos robaron todas nuestras pertenencias.”
“Recuerdo que un militar se enojó porque uno de los presos tenia un reloj barato.”
La muerte de Bauducco
“Un día escuchamos un disparo. Cuando salimos veo un charco de sangre. Luego me enteré que habían matado de un tiro en la cabeza a un compañero. Ese compañero era Bauducco. Dio la casualidad que era primo de Massera y no entiendo por qué lo mataron.”
“Al ‘Sátiro del zapato’ le decíamos así porque con un zapato le pego a Fermín Rivera y lo dejo hemipléjico.”
Condiciones en la UP1
“Las condiciones en las que vivíamos era deplorables. Mucho hambre y frío.”
“Sabemos que sacaron a algunos compañeros como Mosee, Esbaguza y Bartoli. Se nos daba unos tres minutos por día para ir al baño y éramos 15 presos en cada celda. Venían cada tanto con listas para sacar compañeros y luego nos enterábamos que estaban muertos.”
El general Sasiain
Tissera manifestó que un día entró Sasiain. “Estábamos almorzando sobre un elástico de cama. La patea pateó y dijo: ‘Comiendo así cualquiera es subversivo’. Desde ese día nos recortaron la comida y el pan”.
“Nos dijo ‘levante la mano el que esté acá por equivocación’. Nadie lo hizo, entonces gritó: ‘Les comunico en nombre mío y de «El Chacal» que están todos condenados a muerte, pero no se preocupen que van a ir muriendo de a poco’.”
“Un día entraron con la lista en la que figuraban Ceballos, García y Huber. Se los llevaron, nunca mas volvieron.”
Con relación a las guardias en la UP1
“Había tres guardias militares. Una a cargo de Alsina, otra de Mones Ruiz y la otra a cargo de los gendarmes. Las mismas rotaban todos los días, las dos primeras eran terribles.”
“A Alsina lo ubicaba de adentro de la cárcel. Nos calificaban la conducta, con un listado que figuraba en la pared.”

La muerte de Mukarsel
“Un día entraron al pabellón y se llevaron a Mukarsel, porque decían que tenía mala conducta. Lo llevaron al patio, lo estaquearon y luego murió. Después de que sucedió esto, vino Alsina junto con otro militar y nos entregó los anteojos de Mukarsel diciéndonos: ‘Esto es todo lo que queda de Mukarsel’.”

Informe: Natalia Brusa

miércoles, 28 de julio de 2010

Crece la indignación ante los testimonios de horror en la UP1 de Córdoba

El día 28 del corriente mes se reanudó el juicio oral en Córdoba contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad, cometidos en esa provincia durante el último gobierno militar.

En la audiencia, y a pedido de la defensa del imputado Gustavo Alsina, fue citado a comparecer el testigo Julio Eduardo Fonseca, quien se desempeñaba como enfermero en la Unidad Penitenciaria Nº 1, trabajando allí  durante 17 años.

Ante el tribunal, Fonseca aseguró que los presos que eran torturados o golpeados eran llevados a la enfermería donde trabajaba.  En ese marco recordó especialmente la muerte de José René Moukarzel.

Declaró el testigo que durante el estaqueamiento de Moukarzel, ocurrido en el patio de la Penitenciaría, el teniente Alsina lo llevó tres veces, en momentos del día diferentes, a controlar con un tensiómetro los signos vitales de Moukarzel.

Aseguró que la víctima estaba completamente desnuda y que los signos vitales fueron disminuyendo cada vez más, hasta que a las siete de la tarde ya estaba muy mal. Según relató el testigo, el teniente Alsina lo seguía golpeando con patadas, y también con la bayoneta y el bastón.

“A las once de la noche lo traen con vida al hospital. Cuando lo ponen sobre la canilla, intento asistirlo poniéndole oxígeno y Alsina me empuja contra una pileta y me dice ‘déjalo que se muera’. Cuando muere, Alsina le seguía pegando, se reía y decía ‘la pagaste’”, dijo el testigo.

La identificación de Alsina
“Era mediano más bien delgado. No sé el color de pelo, porque tenía siempre una boina negra o una gorra del color del uniforme.”

“Tenía bigote moreno bien cuidado, de estatura mediana y de color de piel trigueña.”

“Un día a la siesta, Alsina me pidió que lo acompañe a hacer un recorrido. Había un interno que estaba con oxígeno –Verón –. Él le arrancó el suero, le puso una pistola  en la cabeza y le dijo que lo iba a matar. Verón estaba herido de arma de fuego. Yo lo conocía a él y al ‘Cabito’ Pérez.”

El trato que recibían los presos en el Penal
En cuanto al trato que recibían los presos en el penal, Fonseca declaró que antes del Golpe llevaban una vida normal. Después todo fue un desastre, golpes, torturas y simulacros de fusilamientos.

Fonseca aseguró que la seguridad de los internos estaba a cargo de Gendarmería. “Ellos manejaban todo”, indicó.

“Había diferencias en las guardias,  las ‘del terror’ eran las de Alsina y el ‘cabito’ Pérez.”

Detalles sobre los últimos momentos de Moukarzel en la Enfermería
“Hasta que yo estuve, Moukarzel permaneció en una camilla, que era la única que había en la Enfermería.”

Fonseca aseguró que en la Enfermería, donde muere Moukarzel, había una sola cama y que, mientras él estuvo, no lo movieron de allí.

El tribunal le solicitó que  realice un plano para poder ubicar espacialmente los hechos. El testigo realizó un croquis en el que graficó la distribución espacial de la Enfermería y de las habitaciones en donde estaban internados los presos comunes por un lado, y los presos especiales por otro.

Ante preguntas del tribunal, el testigo dijo que el piso superior, en donde estaban los presos internados, estaba custodiado por personal de Gendarmería “con grado”.

Recuerdos del Penal
“Las mujeres llegaban sin uñas, todas sucias, picaneadas en los pechos y los hombres en los  testículos. Yo era una persona que trataba de no tener contacto con los militares, me mantenía al margen. Me llevaron a un patio en donde había hombres y mujeres desnudos y simularon fusilamientos. Los gendarmes me pedían que vendara los ojos de las personas que iban a trasladar. Los presos tenían sus manos atadas con piolines.”

“Los internos me ubicaban, pero yo no a ellos. Cuando iban a ser trasladados me decían ‘Julio, no vuelvo más’. A las detenidas las llevaban esposadas a dar a luz.”

 Menéndez y Primatesta en la UP1
“Menéndez sí estuvo en el penal. No lo vi de frente pero si de espalda, junto al cardenal Primatesta.”

 Informe: Natalia Brusa

martes, 27 de julio de 2010

Declara testigo clave en el Juicio a Videla y Benjamín Menéndez en Córdoba


Un ex preso político ofreció más detalles sobre el accionar del plan sistemático de aniquilamiento que había implementado la dictadura militar, particularmente con el fusilamiento de los presos políticos alojados en la Unidad Penitenciaria San Martín (UP1), y por el cual son juzgados Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez.

Luego del cuarto intermedio del pasado jueves, el ex preso político Fermín Rivera retomó ayer su testimonio en la décima audiencia del juicio oral y público y reafirmó que los imputados, el cabo Miguel Angel Pérez y al oficial Enrique Pedro Mones Ruiz, como los autores materiales del asesinato del preso político, Raúl "Paco" Bauducco en el patio de la Unidad Penitenciaria número 1 (UP1), el 5 de julio de 1976.

"Vi en vivo y directo como el cabo Pérez le disparó en la cara a Bauduco”, sentenció.

También identificó al militar Gustavo Adolfo Alsina, como el que dio la orden de estaquear una noche fría del 14 de julio de 1976, en el patio del pabellón 14 de mujeres a José "Cacho" Moukarzel hasta que muriera, sin brindarle atención médica.

Relató que Alsina tenía un ensañamiento particular con el médico Moukarzel porque luego de que lo dejaran "moribundo” en una camilla de la enfermería del penal lo "hincaba con la bayoneta del fusil. Apenas se movía y lo golpeaba con un bastón de goma. Luego le puso todo el peso de su cuerpo sobre el pecho. Un rato después murió”, recordó Rivera.

Un enfermero, de apellido Fonseca, trató de reanimarlo pero Alsina le dijo que lo dejara: "es médico, que se atienda solo” ordenó el teniente y un rato después murió de un paro cardíaco.

En su extensa declaración testimonial recordó cómo, antes de matarlo, golpearon hasta dejar "hemipléjico” a Pablo Balustra, otro de los presos alojados en esa dependencia carcelaria.

"Puedo olvidarme de muchas cosas por el tiempo, pero no puedo olvidarme del cabo Pérez y del teniente Alsina”, remató Rivera ante repreguntas del defensor de Alsina tratando de instalar dudas sobre las manifestaciones del testigo.

En otro de los pasajes de su testimonio recordó cómo golpearon con saña a Pablo Balustra hasta quedar hemipléjico. "No podía pararse y mucho menos correr, por lo tanto no podía fugarse" relató.

"Ninguno de los presos teníamos la actitud de fugarnos porque sabíamos que éramos rehenes y que iban a intentar nuestra eliminación física, entonces no queríamos hacer ningún tipo de provocación para evitar ser blanco del aniquilamiento que se habían propuesto”, dijo para dejar en claro que todas las fugas fueron fraguadas para justificar la muerte de los presos.

Asimismo manifestó que como consecuencia de las "terribles torturas” recibidas durante su detención en la UP1 hoy padece las "irrecuperables secuelas físicas y síquicas”.

"Hoy tengo ligamentos rotos, no tengo estabilidad y me cuesta mantenerme en pie”, relató Rivera y precisó que está en tratamiento para el reemplazo de las dos rodillas.

"Me cuesta muchísimo recuperar la alegría por los momentos difíciles que me tocó vivir”, manifestó y recordó que a los presos los golpeaban, maltrataban y torturaban varias veces por día, en especial las guardias que estaban a cargo de Alsina.

Por manifestaciones del personal carcelario supo que visitaron esa dependencia Menéndez y el entonces comandante de Brigada Aerotransportada IV del Ejército Argentino y segundo jefe del Area 311, Juan Bautista Sasiaín, por lo tanto consideró que ambos máximos jefes militares de la región estaban al tanto de su situación y del régimen de torturas que allí se implementaba.

En esta causa, junto a Videla y Menéndez, están imputados otros 29 represores sindicados con distintas responsabilidades en el asesinato de los 29 presos políticos fraguando situaciones de fuga.

También se debate en este juicio la causa Gontero o Menéndez por el secuestro y tortura de ex miembros del Departamento de Informaciones Policiales (D2), que tiene como principal imputado a Menéndez.

Vinculado a este proceso de enjuiciamiento el director del Espacio de la Memoria que funciona en el ex Centro Clandestino de Detención de La Perla, Emiliano Fessia, denunció que fueron pintados los carteles de señalización de ese sitio ubicado en la ruta hacia Vila Carlos Paz.

"Sin duda que se trata de un acto intimidatorio. Este mensaje ocurre en el marco del juicio a Videla y Menéndez”, por lo tanto Fessia consideró que se trata de una "acción con la que se intenta amedrentar”.

"Lejos de amedrentarnos, fortifican nuestra lucha, por la memoria, verdad y justicia”, destacó Fessia detalló que con la pintura encimaron las palabras `ex centro clandestino` y sobre `Espacio para la Memoria`, y a los efectos de esclarecer el hecho realizó la denuncia policial.

viernes, 23 de julio de 2010

Prorrogan la prisión preventiva de Videla en la causa en la que investigan a Martínez de Hoz

La Cámara Federal porteña avaló una prórroga de un año al ex dictador Jorge Rafael Videla en la causa donde está detenido por el secuestro del empresario Federico Gutheim y su hijo Miguel en la última dictadura militar, cometido durante cinco meses con miras a presionarlos para que realizaran un negocio con China.

En la misma causa tiene arresto domiciliario el ex ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, a disposición del juez federal Norberto Oyarbide, a cargo del caso, declarado un delito de lesa humanidad imprescriptible.

La sala II del tribunal de apelaciones entendió que de quedar libre, Videla podría intentar "eludir la acción de la justicia" considerando que el delito por el que será juzgado en un futuro prevé una pena no excarcelable.

Por esta causa Videla estuvo detenido desde 1988 hasta que fue beneficiado por el indulto del ex presidente Carlos Menem y recuperó la libertad, hasta que el 22 ded mayo de 2008 Oyarbide decretó la nulidad del perdón presidencial y ordenó volver a apresar a Videla por este delito, en una decisión avalada por las distintas instancias de apelación.

Videla cumple desde entonces prisión preventiva y esta es la segunda vez que se prorroga esta situación, previa a que Oyarbide de por concluida la investigación y eleve la causa a juicio.

Los camaristas Eduardo Freiler, Eduardo Farah y Horacio Cattani recordaron fallos anteriores sobre el caso donde se dio por probado que "se corrobora que el contexto de acción incrementó la peligrosidad de los ilícitos sufridos por Federico y Miguel Ernesto Gutheim, ya que fueron víctimas de delitos cometidos por las máximas autoridades de la República, integrantes de la fuerza de seguridad, y en definitiva con la impunidad plenamente asegurada".

jueves, 22 de julio de 2010

Detalles sobre los fusilamientos de presos políticos en la UP1

“No me mires que te voy a matar”

El testigo Fermín Rivera describió cómo fueron asesinados los detenidos y contó lo que les decían los represores antes de matarlos. Señaló a cuatro de los acusados y dijo que los conocía “de la Penitenciaría”.

Por Alejandra Dandan

“Un día tuvimos la sensación de unos movimientos extraños dentro de la cárcel, escuchábamos gritos y atropellos, una gran cantidad de gente que se viene y órdenes referidas a las armas, luego suben a la escalera y en el pabellón donde las puertas se abrían con un cerrojo con cadena entra un grupo de soldados, dan una golpiza brutal y a partir de allí las golpizas se hacen cotidianas, permanentes, el terror era permanente: cada vez que se escuchaba que se silenciaba la cárcel significaba que estaban entrando los militares y prestábamos atención y escuchábamos los pasos, las órdenes, y cuando abrían una celda era la que iban a golpear.”

Fermín Rivera estuvo detenido en la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba antes y durante el último golpe militar. En la cárcel vio morir a varios de sus compañeros, y es el lugar donde treinta y un detenidos políticos fueron fusilados entre abril y octubre de 1976 por militares del III Cuerpo del Ejército. Denunció lo que sucedía desde los días de la dictadura, es el autor de la denuncia original de la causa contra Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez en Córdoba y ayer fue uno de los principales testigos del juicio oral. Reconoció a Menéndez y a Videla dijo “por los medios”, pero en cambio señaló a Adolfo Alsina, Miguel Angel Peres, Enrique Mones Ruiz y Miguel Angel “Gato” Gómez “de la Penitenciaría”.

Rivera quedó detenido en La Carlota, cuando entraba a una estación de servicio con su camión, el 17 de agosto de 1974. “Me reciben a balazos –dijo en el juicio–, me tiro al piso, y ninguno recibe ningún disparo; me detuvo la Guardia de Infantería de la Policía Federal y me llevan a la Jefatura de la Policía.” Eran las siete de la tarde. “Me hacen descargar el camión y después comienzan a torturarme; aplican picana eléctrica y me preguntan dónde estaban las armas de la fábrica de Villa María; yo no tenía ni la menor idea dónde estaban esas armas.”

La tortura siguió hasta la noche del día siguiente; escuchó que alguien decía que no tenía sentido matarlo. Lo llevaron a la delegación de la Policía Federal de Río Cuarto, lo ataron en un sillón de peluquería durante “no sé cuántos días” mientras lo sometían a golpes, torturas y picanas.

La declaración de Rivera fue relevante por la meticulosidad. “Más allá de los nombres, recuerda mucho los pormenores de cómo vivían todos los presos en la cárcel y aporta mucho el sentido de lo que significó estar ahí”, dijo Martín Fresneda a Página/12, que con H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) Córdoba lleva adelante la querella de la causa.

Rivera llegó a la UP 1 a fines de 1975, al pabellón 6, el único por entonces de presos políticos. “La relación con el servicio penitenciario era muy buena”, dijo. “Teníamos visitas, acceso a la enfermería, podíamos estudiar, había un cine; después trasladaron a las mujeres al pabellón 14, que tenía celdas individuales, yo por ejemplo cuidaba a la hija de Marta Rossetti de Arquiola y eso duró hasta bien entrado el ’75, creo que en diciembre entra la Policía Federal a hacer una requisa y nos lleva la mayor cantidad de cosas que teníamos, nos dejan la ropa de cama y nada más.”

El 24 de marzo de 1976 el régimen cambió de forma radical. “Ingresan los militares a la cárcel –recordó–, se nos cierran las puertas de la celda para no abrirse, se cierran las ventanas y desde que cierran las puertas no las vuelven a abrir, lo único que nos queda en la celda es una lata de 5 litros para orinar.” El terror se acentuó con el paso de los días. Se instalaron las golpizas permanentes, hasta que se llevaron a un grupo de compañeros a quienes los ataron, les pusieron una capucha y les preguntaron si ellos sabían rezar.

“Yo conocía desde muy chico a Miguel Mozét, desde que tenía 12 o 13 años. Y le dicen rezá porque de acá no volvés más.” Y al día siguiente supieron que había sido fusilado en el pabellón de la cárcel. Una noche entró una comisión de militares a llevarse a dos compañeros, uno de ellos era (José Angel) Pucheta. “Los encapuchan, los atan y los hacen caminar hacia una reja y cuando se paran, un militar les dice para qué se apuran tanto si adonde van no van a volver. Así nos hacían ver que a esos compañeros los llevaban para matarlos.” Al día siguiente, supieron que los habían asesinado en un supuesto intento de fuga.

El 5 de julio de 1976, un grupo de militares entró al pabellón 6. Rivera estaba en el ocho. Tenían unas hojitas de afeitar que pulían para usarlas como espejos, las sacaron por las ventanas. “Así vimos que habían puesto a todos los compañeros contra la pared del patio; el resto de los soldados, y en particular un cabo Pérez, estaba con un bastón en una mano y una pistola en la otra, pidiéndoles que griten viva el ejército y los seguía golpeando, hasta que llegó donde estaba (Raúl) Bauducco, le pegó y se detiene ahí porque tambalea y saca una mano de la pared y se agarra del lugar donde había recibido el golpe. Bauducco se arrodilla, y el cabo Pérez se dirige hacia la puerta de la entrada al patio, habla con un oficial que después supimos que era Mones Ruiz y vemos que el oficial asiente con la cabeza, vuelve y le dice a Bauducco que se pare y se da vuelta y le dice: no me mires que te voy a matar. Bauducco se da vuelta y lo mira, y cae sobre la canaleta al efectuar un tiro Pérez.”

Cinco días después, los militares entraron a su celda, la 11 del pabellón 8. “Tenía el pantalón metido dentro de las medias, cuando entran no me doy cuenta de sacarme el pantalón para afuera y el oficial me preguntaba y me golpeaba a la vez que me daba órdenes y no me dejaba responder. A partir de una serie de golpes, me lastima y entro a sangrar, tengo un choque con el oficial, lo mancho con sangre y se enfureció y toma un zapato y me empieza a golpear en la cara y en la cabeza hasta que yo pierdo el conocimiento.”

Estuvo dos días tirado en una cama. Un médico le advirtió que un coágulo de sangre en la cabeza le impedía mover el cuerpo. Luego, otro profesional de apellido Balmaceda le dijo que debían operarlo en el momento pero no autorizaban la operación. Habló de la enfermería. De la muerte de Rudnik, uno de los detenidos que entró en paro y sobre el que Alsina dijo: que se atienda solo, total es médico.

Rivera declaró hasta última hora. Antes lo habían hecho nuevamente el testigo Luis Urquiza y Jorge Breuil, hermano de Gustavo, fusilado junto a Hugo Vaca Narvaja y Armaldo Higinio Toranzo el 12 de agosto en un supuesto intento de fuga.

Testimonios irrefutables

 Urquiza apuntó contra Aguad

Por Nicolás Siadis y Clarise Sánchez

El testimonio de Alberto Caccopardo dio inicio a la octava audiencia en el Juicio a Videla, en el que se juzga la actuación del personal de la Unidad Penitenciaria Nº1 y del Departamento de Informaciones D2 durante la última dictadura militar. El testigo, de 61 años, fue detenido en abril de 1976 junto a su esposa María Eugenia Irazuzta, quién luego fuera asesinada a los pocos días de la detención en un supuesto intento de fuga del D2.

“Yo militaba en una agrupación universitaria llamada Tupac y luego en el partido Vanguardia Comunista en Capital Federal, había una necesidad social de generar alternativas, en 1971 llegué a Córdoba y comenzamos a trabajar en la recuperación gremial luego del Cordobazo”, afirmó Caccopardo.
“Esta dictadura irrumpió para cuidar los intereses económicos. Atrás de Videla estaba Martínez de Hoz y los meses siguientes al golpe descabezaron todos los gremios de las fábricas para cambiar el modelo económico”.

El inicio del testimonio fue la parte más emotiva del relato, en la que el testigo comentó la relación que tuvo con María Eugenia, a quién sus allegados llamaban Ivón.  “Su vida estaba dispuesta a ayudar a la sociedad, había ido a cosechar la vendimia porque quería ver y acompañar a los sectores más desprotegidos, nuestra relación más allá de lo sentimental tenia proyección social”.

Detención en la D2

Al momento de la detención, en abril de 1976, la pareja se encontraba en el domicilio de Caccopardo ubicada frente al sindicato Luz y Fuerza. Luego de revisar la casa son trasladados al departamento de informaciones D2 en un patrullero con identificación policial. “Al llegar al D2 ingresamos al infierno trágico, nos vendaron los ojos y comenzaron a golpearnos”. Durante la estadía en ese lugar pudo reconocer a el “gato Gómez”, quién los hacía saludarlos con el saludo del nazi.

El 30 de abril, día en que es asesinada su mujer junto a otros dos detenidos, los oficiales del D2 hablaban de que los detenidos se habían querido escapar, que había que “traer los tachos y limpiar”. Luego del hecho el testigo comenta que se acercaron los guardias y le dijeron “ahí quedó el viudito, el próximo sos vos”.


Luego, y ante el reconocimiento del cuerpo por parte de una amiga de María Eugenia, quedó comprobado que por la condición en que se encontraba el cadáver era imposible la teoría del intento de fuga. “Este fue el primer caso durante la dictadura en que se implemento esta metodología”, comentó Caccopardo.


El 4 de mayo es trasladado a la UP1, donde la metodología aplicada a los detenidos eran requisas constantemente y golpes. Es en esta dependencia donde el testigo conoció al imputado Gustavo Adolfo Alsina. “En un momento entra Alsina a nuestra celda y reconoce a un detenido; ahí nos permitió mirarlo a los ojos. Nos dijo que íbamos a caer todos de a poco y que nadie iba a salir vivo de la cárcel”.

Bauducco y Moukarzel

El día en que es asesinado Raúl Augusto Bauducco, el testigo relato que todo el pabellón 6 fue trasladado al patio para una requisa. Ahí los detenidos fueron colocados contra la pared y golpeados, en ese momento Caccopardo vio caer a una persona al piso a pocos metros de él. En ese momento los detenidos no sabían quién había muerto, luego se dieron cuenta que faltaba Bauducco. “Posteriormente supimos que Moner Ruíz estuvo a cargo de esa requisa” afirmó.


“Ahí comienza la insistencia de un cabo que le decía levantáte o te mato y ante la falta de respuesta escuchamos un tiro y vimos posteriormente la sangre que corría por una canaleta al frente nuestro”.

El  otro hecho relatado por el testigo es el episodio de Moukarzel. Comentó que una noche muy fría escucharon que en el patio estaban clavando algo. “Posteriormente vimos por una ventanita a Moukarzel que estaba estaqueado, esto molestó a Alsina y nos ordenó que dejáramos de mirar”.  A la mañana siguiente intentaron saber que había pasado con Moukarzel y les informaron que había muerto.


En septiembre del ´76 llevaron a Caccopardo a declarar ante un fiscal quien le leyó la causa que se había hecho en su contra por asociación ilícita y ahí se enteró que Irazuzta estaba muerta. Al año siguiente es llevado ante otro tribunal que lo interrogó estando vendado, “me da la sensación que vos tenés que estar un tiempo más” es lo que le dijo su interrogador luego de las declaraciones.

Posteriormente, el testigo declaró ante un representante de la Cruz Roja en el año 1978 que las condiciones a las que estaban sometidos los detenidos eran Infrahumanas, estas declaraciones le ocasionaron estar un año más detenido. Luego se enteró que a su familia le dijeron que no había recuperado la libertad porque “habló demasiado con la Cruz Roja”. Cabe aclarar que en este momento ya se encontraba a cargo del Poder Ejecutivo Nacional.


Tras ser trasladado a la Unidad 9 La Plata, el testigo logra recuperar su libertar en 1979 y decide radicarse en el sur del país. De profesión decente, hoy es director de una escuela que paradójicamente lleva el nombre “Abuelas de Plaza de Mayo”.


“Hoy como docente, trato de formar a las nuevas generaciones para que nunca más vivan el horror que vivimos. Como director siempre pienso que haber ocupado el estado de la forma en que lo ocuparon estos señores, es algo doloroso para toda la sociedad”.

En un sólido testimonio en el que Caccopardo reconstruyó la experiencia de su detención clandestina durante la dictadura, incriminó directamente a Alsina a quien afirmó no solo haberlo visto reiteradamente en la UP1,  sino también participando personalmente en las torturas que le provocaron la muerte a José René Moukarzel.

Urquiza tiró contra Aguad

Al reanudarse el juicio por la tarde declaró Luis Alberto Urquiza quien al momento de su detención, 12 de noviembre de 1976, se desempeñaba como agente del departamento de Informaciones Policiales (D2) y estudiaba psicología. Lo acusaban de infiltrado y de haber robado armas.
Quien es querellante y testigo en la causa Menéndez ex Gontero, contó sobre el día de su detención. Relató que el suboficial Salgado llegó a su casa de Villa Allende y le pidió que lo acompañara porque Telleldín necesitaba hablar con él. Cuando entraron a la guardia, le solicitaron que entregue el arma y con las esposas puestas lo llevaron a una pieza donde lo empezaron a ahogar con agua.

El testigo reconoció a los imputados Yanicelli y Jabour como algunos de sus torturadores. Dijo que el lunes 15 de noviembre, tres días después de su detención, lo colocaron vendado en el centro de un grupo de hombres que lo pegaron y cuando se caía lo levantaban de los pelos. Urquiza aseguró que reconoció a los imputados nombrados por la voz. Anteriormente expresó que el gato Gómez, su primer día detenido, le dijo que con él todos hablan. También reconoció a la Cuca Antón como integrante del “personal de calle”.
Luego de sus días en la D2 fue trasladado al campo de la Rivera donde siguieron las torturas. El 8 de diciembre fue llevado a la UP1. Durante el mundial del 78 junto con 16 personas más fue llevado al campo de la Rivera donde les exigieron que no debían informar a la comisión de la cruz roja sobre lo que ocurría. Después volvieron a la cárcel.

El testigo contó que al ser liberado viajo a Dinamarca por su seguridad y volvió en el 97. Ese año se enteró que Yanicelli seguía trabajando en la policía de Córdoba, “era jefe de inteligencia criminal”. Al conocer esto se acerca al diputado Casioli quien se encargaba de una investigación sobre los cuerpos enterrados en San Vicente.

Luego se acercó a quien en su momento era ministro de seguridad, Oscar Aguad. Después de que el testigo apareció en varios medios presentando su indignación por la continua actividad de Yanicelli, Aguad le dijo que “usted hace un perfil bajo o yo no le puedo garantizar su seguridad (…) yo no puedo hacer una sangría en la policía o se me levanta la infantería”. Por amenazas continuas volvió a Dinamarca.

Con respecto al ex gobernador Ramón Mestre, en referencia a lo sucedido en el 97, dijo que Mestre había dicho que Yanicelli le “ayudaba a desestructurar los cortes de ruta en Cruz del Eje”. Esto declaró cuando el presidente del tribunal le pregunto a que atribuía la complicidad de los políticos que él estaba asegurando, dijo que había intereses.

martes, 20 de julio de 2010

Testigo declaró ante el tribunal por fusilamientos

Se trata de Eduardo De Breuil, quien brindó detalles del homicidio de su hermano y de otros dos detenidos. Dijo que tras ser abatidos fue obligado a reconocer los cuerpos. Antes, expuso el acusado Osvaldo Quiroga. Este miércoles siguen las testimoniales

Ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba, Eduardo De Breuil, uno de los testigos convocados en el proceso, declaró por los fusilamientos de su hermano Gustavo, de Miguel Vaca Narvaja y de Arnaldo Toranzo. Fue en la audiencia de este martes, por la tarde, en el juicio oral contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados, por crímenes de lesa humanidad cometidos en esa provincia durante el último gobierno militar.

Al comenzar su exposición, alrededor de las 18.30, De Breuil dijo que al ser detenido estaba con sus hermanos Jorge y Gustavo. Cuando llegó la Policía, éstos comenzaron a golpearlos, los esposaron y los sacaron en móviles policiales. “En ese momento llega mi padre, al que también lo detienen. Nos cargan a todos y nos llevan al pasaje Santa Catalina, vendados, donde estuvimos cinco o seis días. Fuimos torturados. Entre los que participaron de la tortura estuvieron Romano -el único que alcanzo a ver-, ‘El Gato’ Gómez y ‘Chato’ Flores”.

Luego explicó que fueron trasladados a “la Penitenciaría”. A continuación, algunas de las declaraciones de De Breuil:

“Estábamos rigurosamente incomunicados, hacíamos nuestras necesidades en un tacho de cinco litros. Estuvimos en condiciones infrahumanas. Como si fuera poco, personal militar entraba a la noche y nos golpeaban de todas las maneras posibles y nos hacían cantar el himno o la Marcha de San Lorenzo mientras nos mataban a golpes.”

“Nos sacan en unos vehículos militares con soldados y allí nos atan y nos tapan con unas mantas. Salimos, anduvimos aproximadamente media hora, primero por una zona de tránsito y después no, hasta que llegamos a un lugar.”
“Ahí, este capitán le ordena a unos soldados que nos bajen y, no sé si antes o cuando nos estaban alzando, alcanzo a escuchar el único nombre, que le dicen ‘¿teniente D’Aloia va a jugar el sábado al fútbol?’ y éste le responde: ‘¡Cállate imbécil, que estamos con subversivos!’”

“Entonces me ponen en la parte trasera del vehículo. Retomamos el camino hacia la ciudad de Córdoba, muy poco tiempo, me pareció que era el camino El tropezón, camino al Chateau. Anduvimos cuatro minutos, paran, se bajan todos, el capitán le dice que se fijen si no había moros en la costa y que bajen a los detenidos. A mi no me bajan, dice que carguen las armas y que disparen.”

“El capitán ordena que recojan las vainas y me dice a mí que baje. Me desatan los pies, me toma del brazo, me saca la venda y dice que mire hacia abajo. Lo primero que veo es el cuerpo de Vaca Narvaja, creo que tenía un agujero de bala en la cabeza. Me preguntan qué me parecía que le había pasado a este hombre. Respondo que estaba muerto, luego veo el de Toranzo y luego el de mi hermano. Me preguntan si sabía por qué los habían matando. Digo que porque Montoneros había matado a un cabo, y por uno cabo morían tres de nosotros.”

“Me parece que sacaron fotos, sentí ruido de flashes. Antes de que me bajaran para que viera los cuerpos, uno de ellos dijo: ‘ésto es un trabajo de mierda, esto no pasa por ser tenientes’. Y el capitán les dijo que ésto era lo que les había tocado, que se tranquilizaran. El que me tenía del brazo temblaba. No creo que lo hayan hecho por convicción.”

“Cargan los cuerpos, me vuelven a vendar, me amordazan y me llevan de vuelta a la Penitenciaría. Cuando llegamos, el capitán le dijo a uno que iba a atrás que preguntara si podían entrar por otro lado, porque estaba lleno de gente porque era jueves, día de visita. Después le dijo que no se tendría que haber bajado, porque tenía el uniforme lleno de sangre.”
“Después me dijo que hiciera trascender ésto afuera, y le respondí que era imposible, por el nivel de incomunicación que teníamos.”
“Me llevan al ingreso de la cárcel. El teniente Parsik me lleva al pabellón y un tal Castillo me preguntó qué pasó, porque volvía solo. Un momento después, mi hermano, que estaba en otra celda, pidió salir para hablar conmigo y cuento lo que le sucedió a él y a los que estaban en la celda. Me piden que lo escriba. En papeles de cigarrillos, con mucha dificultad, escribí todo ésto y le pedí al guardia que lo hiciera llegar a mi casa. Después, hablando con mi padre, sé que nunca llegó.”

“Días después, abren mi celda y el alcalde Sosa me dice que me quede tranquilo, que me va a llevar a hablar con el director del penal, Torres. Torres me ofrece un cigarrillo y me pregunta si quiero contar lo que había pasado. Le digo que sí y le pregunto si él sabía quiénes eran los que habían matado. Me dijo que no, pero que habían firmado un recibo para sacarlos y algún día se iba a saber quiénes fueron. Le pregunto si podía controlar un poco más. Me dijo que lo único que había logrado era que no entraran de noche, pero que dependíamos de la autoridad militar. Allí estuve hasta fines de 1976, cuando me trasladaron a Sierra Chica.”

“No puedo reconocer al capitán, han pasado 34 años. Tendría que ver una foto de perfil de aquella época y en el mismo ángulo para poder identificarlo.”

Luego del relato, la audiencia continúo con preguntas de las partes, pasando a un cuarto intermedio hasta este miércoles, donde se continuará con la recepción de testimonios.

Quiroga
Previamente, a las 15.30 y luego de un cuarto intermedio, pidió la palabra el acusado Osvaldo Quiroga. Las siguientes fueron algunas de sus manifestaciones:

“La Perla no era un centro clandestino de detención. Nunca he sido oficial de inteligencia, por lo que nunca puede haber participado en esas dependencias.”

“He leído las dos declaraciones de De Bruil, muestran contradicciones y fabulaciones. He pedido careos y no accedieron a mi solicitud. He rezado para no tener ningún accidente, para que pudiera estar acá.”
Con relación al testigo Alfredo De Breuil dijo: “Es el único testigo presencial y nunca me vio”.

Informe: Natalia Brusa (Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba) y José Ferrer (Tribunal Oral Federal Nº1 de Córdoba).

jueves, 15 de julio de 2010

Continúan testigos de la UP1 de Córdoba

El jueves 15 se reanudó el juicio oral en Córdoba contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad, cometidos durante el último gobierno militar en esa provincia.

Ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de esa ciudad, declararon entre otros, María Cristina Díaz, hija del sindicalista Florencio Díaz, una de las víctimas, quien estuvo detenido en la Unidad Penitenciaria Nº 1 y fuera asesinado en un supuesto intento de fuga, el 11 de noviembre de 1976, a los 45 años.

La testigo manifestó no reconocer a ninguno de los imputados, salvo a Videla y Luciano Benjamín Menéndez, por ser “personas públicas”. Declaró que su padre fue militante del Partido Peronista y secretario general de los empleados de FIAT.
Aseguró que cuando lo fue a ver por primera vez lo notó muy deteriorado por las  torturas,  que tenía quemaduras,  y que en ese momento el padre le refirió que todos los días sufría interrogatorios y que le hacían sentir los gritos de dolor de otros detenidos y le decían que le iba a pasar lo mismo.

Dijo que el 11 de octubre de 1977 su madre fue a llevar un paquete y le dicen que su padre  no está, que fue sacado para ser interrogado. Indicó que su madre lo buscó por todos lados  y todas las respuestas eran negativas hasta que encontraron su cadáver en la morgue.
Una vez que lo encuentra, agregó, en la morgue le dicen que se apuren a retirar el cadáver porque si no se lo llevarían a una fosa común, y que su hermano consigue la partida de defunción en el Tercer Cuerpo de Ejército.
Con la partida de defunción, su hermano fue a reconocer el cadáver de su padre a la morgue.
Añadió que el cuerpo de su padre estaba cubierto por una sábana y el hermano, y que  sin percataran los militares,  pudo levantar la sábana y constatar tremendasmutilaciones, heridas y amputaciones, además de heridas de balas.
Luego de relatar los hechos relacionados con la muerte de su padre, la testigo declaró que fue detenida en septiembre de 1978 y llevada al D2 y luego a la penitenciaría. Dijo que el 5 de febrero de 1981 fue trasladada a Devoto, en donde en octubre de 1982 se apersona un juez federal y le hace un interrogatorio. Recupera la libertad  en diciembre de 1982.
La testigo relató que durante su cautiverio, la torturaban como al resto de los detenidos, la golpearon con palos, le pusieron bolsas en la cabeza para ahogarla, la tiraban al suelo y la  patearon.

Tras un cuarto intermedio, durante la tarde del jueves, declarando como testigos Rosario Rodríguez, esposa de Pablo Balustra, una de las victimas; Marta Díaz, esposa de Daniel Bártoli, uno de los asesinados dentro del D2, y Artemia Miriam Funez, hermana de José Cristian, otra de las victimas en la causa denominada UP1.

miércoles, 14 de julio de 2010

Videla y Menéndez comenzaron a escuchar a sus víctimas

Se trata de los sobrevivientes de la Unidad Penitenciaria Número 1 (UP1) y de los familiares de los presos políticos fusilados dentro y fuera de aquella dependencia entre abril y octubre de 1976. Además, será indagada, también en calidad de testigo, la ex jueza Cristina Garzón de Lascano, quien fue sindicada ayer como una de las funcionarias que tenía conocimiento acerca de la represión cuando actuaba como Secretaria de la Justicia Federal

El secretario de Derechos Humanos de la Municipalidad de la Ciudad de Córdoba, Miguel Baronetto, viudo de Marta Juana González, una de las 31 víctimas fusiladas en la UP1, fue el primer testigo en declarar. Relató ante el Tribunal que fue secuestrado el 15 de agosto de 1975 junto con su esposa, y que luego de ser torturados en dependencias de la D2 (Departamento de Informaciones Policiales) ambos fueron alojados en la Penitenciaria, lugar donde nació su hijo Lucas Ariel el 16 de julio de 1976. Baronetto afirmó que llegaba al juicio "sin odios ni venganzas" y sostuvo que desde hace 34 años lo único que espera es "saber quién mató a mi esposa". "Llego a este juicio con esperanzas de que los responsables sean condenados". Baronetto añadió que se enteró a través de otros detenidos que su esposa había sido fusilada en un "intento de fuga" fraguado en octubre de 1976.

El dictador Jorge Rafael Videla y el ex jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, deben responder acerca de los fusilamientos en la Penitenciaria del barrio San Martín, y el caso Gontero, causa en la que el segundo está imputado de los delitos de 'privación ilegítima de la libertad agravada e imposición de tormentos', cometidos por ex agentes del Departamento de Informaciones Policiales (D2) en contra de sus propios camaradas.

Baronetto, quien en el momento en que fue secuestrado era seminarista, relató que antes de ser trasladado con su mujer desde la D2 a la UP1 les permitieron dejar a su hija de 10 meses en la casa de una vecina. Durante su permanencia en la D2 identificó como torturadores a los policías Juan Carlos Cerutti, Ricardo Cayetano Rocha y Carlos Yanicelli. De acuerdo con los datos que constan en la causa, Marta Juana fue sacada de la cárcel junto con otros 5 detenidos, amordazados, atados y encapuchados, y fueron fusilados en un descampado de la ciudad de Córdoba. Su viudo agregó que a medida que se se producían los asesinatos de sus compañeros de cautiverio "tomamos conciencia de la advertencia que nos hizo, en abril de 1976, el general Juan Bautista Sasiaín -ex jefe del Estado Mayor del Área 311-. Nos advirtió que no nos pusiéramos contentos porque nos iban a matar a todos hasta que nos arrepintiéramos de haber nacido".

El actual secretario de Derechos Humanos de la capital mediterránea recordó que todas las gestiones realizadas a través de la iglesia católica y de la justicia federal para conocer la suerte de los presos "trasladados" desde la UP1 fueron infructuosas, inclusive las realizadas por su propia familia acerca de su esposa. Y agregó que tanto el entonces juez federal, Adolfo Zamboni Ledesma, el secretario, Carlos Otero Alvarez, y el defensor oficial, Luis Molina, coincidieron en manifestarle que no podían hacer nada por su situación, y le recomendaron que cuando recuperara la libertad se fuera del país y se olvidara del tema.

Luego de pasar por varios centros de detención, Baronetto fue liberado en 1983, cuando comenzó a "peregrinar por la Justicia, hasta llegar a este juicio, en el cual tengo puestas todas mis esperanzas para que quienes secuestraron y fusilaron a mi esposa reciban el castigo que por ley les corresponde".

martes, 13 de julio de 2010

Un asesinato con 40 testigos, clave en el juicio contra Videla

El juicio continua  con los primeros cuatro testigos de los fusilamientos.
 Se trata del crimen a balazos de Raúl Bauducco en una cárcel cordobesa en julio de 1976.
Videla y Menéndez duermen sus siestas. 

“No doy más”, alcanzó a decirle Raúl Augusto Bauducco a su asesino antes de que lo fusilara en el patio de la cárcel de San Martín. El crimen de este muchacho de 28 años, estudiante de periodismo, tiene una particularidad: más de cuarenta personas atestiguarán en el juicio haberlo presenciado.
“Es el crimen con más testigos que registre la historia de esta provincia”, afirmó el abogado querellante Miguel Edgardo Martínez, quien representa a Diego Bauducco, el hijo de la víctima nacido en cautiverio, y a Dora, su ex esposa. “Lo de Raúl Bauducco fue emblemático de lo que ocurría en la UP 1 (Unidad Penitenciaria del Barrio San Martín). Cómo se maltrataba y luego se fusilaba a la gente”.

El muchacho había nacido en Río Cuarto. Era estudiante en la Universidad Nacional de Córdoba y militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) cuando, en 1975, fue detenido junto a su mujer embarazada.

“Diego nació en la prisión el 6 de marzo de 1976, pero lo anotaron recién el 16 –sigue el abogado--. A la madre la trasladaron a Devoto y de allí, salió exiliada a Venezuela. Al bebé se lo dieron a unos familiares hasta que ella pudo recuperarlo. En la actualidad, tanto Dora, como Diego, viven fuera del país. Dora en España, y Diego en Estados Unidos”.

Las últimas horas de Raúl, el 5 de julio de 1976, serán reconstruidas en el juicio a Jorge Rafael Videla, Luciano Benjamín Menéndez y otros 29 represores, por una multitud de testigos inédita.
“Está más que –dice el abogado Martínez— comprobado lo que ocurrió. Un asesinato con muchísimos ojos mirando. Es más, el cabo (Miguel Angel) Pérez confesó en los Juicios de la Verdad , pero claro, todo deberá volver a revisarse, ya que eso no cuenta y nadie puede declarar en su contra”.

Algunos de los testigos coinciden: en una requisa de presos, en el patio de la cárcel, les habrían ordenado desvestirse y pararse desnudos con los brazos contra la pared. El cabo Pérez --que ahora está sentado en la primera fila, cerca de Videla-- pasó golpeándolos con un bastón de goma. Cuando le llegó el turno, Bauducco padeció un demoledor golpe en la cabeza y cayó desvanecido. Ensañado, Pérez le gritó que se levantara porque si no, lo mataría. El muchacho hizo varios intentos mientras el cabo siguió amenazándolo y, con la mirada, buscó la aprobación de su superior, el entonces teniente Enrique Pedro Mones Ruiz (también enjuiciado). “Ni bien recibió la venia”, Pérez le disparó un balazo a quemarropa en la cabeza. Pero la historia oficial fue otra. Hasta apareció en un diario local: “Mientras se realizaba un control, el interno subversivo Raúl Augusto Bauduco trató de avalanzarse y a la vez arrebatarle el arma al Cabo Miguel Angel Pérez, quien repelió la agresión haciendo fuego dando muerte al interno”. Un clásico de las crónicas de la época: asesinatos trasvestidos en intentos de rebelión o fuga.

Policia destapa la participación en la represión de de jueces enfunciones

Juicio contra Videla

En la cuarta jornada del juicio al máximo jerarca de la última dictadura militar, Jorge Rafael Videla, el represor Luciano Benjamín Menéndez y otros 29 cómplices —entre los que se encuentran ex agentes de la “D-2”, la Gestapo local— ocurrió lo que se esperaba: los ex policías continuaron echándole la culpa de todo lo ocurrido en ése centro de tortura a la Justicia Federal cordobesa de aquéllos años.

Ayer, la punta de lanza de esta estrategia fue el ex comisario Carlos Yanicelli, alias “El Tucán”, quien afirmó que “el señor (Luis Roberto) Rueda desde que era “pinche” (en la Justicia) trabajaba para los servicios de inteligencia”. Rueda no es otro que el presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba, quien más tarde salió a desmentir lo dicho por el reo.
Yanicelli, acusado de secuestrar, torturar y asesinar a presos políticos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) tanto en la D-2 como en la UP1; pretendió refrendar sus dichos exhibiendo una foto en colores en la que aparece un joven Rueda, junto al “vicecomodoro Amedei; el vicecomodoro Trillo y el doctor Víctor Trillo”, detalló.

Sobre éste último, dijo que “ahora es un funcionario de (Juan) Schiaretti y ha sido de toda la vida del Servicio de Inteligencia aeronáutico”.

Por la tarde, desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia negaron que el abogado ocupe “ningún cargo ni cumpla función alguna en el gobierno”.

El imputado le solicitó al juez Jaime Díaz Gavier ser “careado con los funcionarios judiciales y demás personas que me acusan”—entre ellos un ex detenido que reside en Londres, Charlie Moore—; y aseguró que “el D-2 nunca fue un centro clandestino, porque ellos (la justicia federal) conocían el movimiento de todos los detenidos esposados y vendados porque ésas eran las directivas impartidas”.

Yanicelli –quien en plena democracia fue nombrado como Director de Inteligencia Criminal por el actual diputado Oscar Aguad cuando era ministro de Gobierno de Ramón Mestre— fue la punta del iceberg de un ataque a la Justicia que continuaron cimentando sus colegas.

Es que blanco sobre negro, en este proceso por el fusilamiento de 31 presos políticos a disposición del PEN, mientras que la estrategia de los ex militares es abrazarse a la obediencia debida —con excepción de Videla, quien reivindicó el Terrorismo de Estado y se responsabilizó por sus tropas, y Luciano Benjamín Menéndez—; los ex D-2 le cargan todas las culpas a la Justicia Federal de entonces.

Los que aceptaron declarar, se autodefinieron, por poco, como simples “empleados de 7 a 14” que oficiaban de “comisionados en traslados” y “cumplían tareas administrativas”.
Casi al final de la jornada, y con la intervención de dos de los abogados defensores, la estrategia culminó en un claro movimiento de pinzas: pidieron que se indague “ampliamente” a la ex Jueza Federal N° 3, Cristina Garzón de Lascano. Argumentaron que ya que “ella fue quien instruyó esta causa” todo podría estar viciado “de su parcialidad” por lo que pedirían “la nulidad de todo lo actuado” y, por lo tanto, del juicio.

En ese intento de encerrona, quien le hizo un flaco favor a sus pares fue el defensor Jorge Agüero —un penalista que se hacía llamar “El Mesías” en afiches callejeros en los que aparecía armado— quien citó “testimonios”, entre ellos el del “capitán Acosta” que aseguran que la ex jueza “habría torturado a un masculino (sic) con picana”. Un argumento tan descabellado que sólo mereció gestos de fastidio colectivo en la sala.

lunes, 5 de julio de 2010

“Mis subordinados cumplieron mis órdenes”

JORGE RAFAEL VIDELA HABLO POR PRIMERA VEZ ANTE UN TRIBUNAL DE LA DEMOCRACIA EN EL JUICIO DE LA UP1 DE CORDOBA


Sentado junto a Luciano Benjamín Menéndez y los otros veintinueve procesados por el asesinato de 31 presos políticos de la UP1 de Córdoba, Videla reivindicó el fuero militar, se escudó en los decretos de Isabel Perón y anticipó que no va a declarar.
Por Nora Veiras

Con voz firme y tono menos castrense, Jorge Rafael Videla habló por primera vez en un tribunal de la democracia. “Asumo mi responsabilidad en la guerra interna librada contra el terrorismo subversivo, mis subordinados se limitaron a cumplir mis órdenes como comandante en jefe”, dijo el ex general que encabezó el último golpe militar de la Argentina. Repitió que el Tribunal Oral de Córdoba “carece de competencia” para juzgarlo por crímenes de lesa humanidad, reivindicó como su “juez natural al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas” y anunció que no va a prestar declaración. A menos de un mes de cumplir 85 años y de doce años de prisión, Videla apareció con mejor semblante, inclusive, que cuando en plena dictadura declaró ante corresponsales extranjeros: “Los desaparecidos no están ni vivos ni muertos, están de-sa-pa-re-ci-dos”. El jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, otro de los 31 acusados por las torturas y crímenes cometidos en la Unidad Penitenciaria 1 (UP1) de Córdoba también se hizo del micrófono. Con el mismo libreto que viene usando en los juicios en los que fue condenado ya en Tucumán y Córdoba, señaló que “los terroristas marxistas que, conducidos desde el extranjero, asaltaron la República porque no creían en nuestras instituciones democráticas, ahora aprovechan, se refugian y usan esas mismas instituciones democráticas para juzgar a quienes las defendimos”. Menéndez luego anticipó, al igual que su jefe máximo, que no va a declarar porque desconoce la Justicia civil.
Sin culpa

El viernes pasado apenas se empezó a leer la acusación contra los responsables del asesinato de treinta y un presos políticos de la UP1, entre abril y octubre de 1976, Videla había querido hablar. El presidente del Tribunal Jaime Díaz Gavier lo interrumpió porque no era ése el momento reservado para escucharlo. Videla, quien se había mantenido en silencio durante el Juicio a las Juntas en 1985, tuvo la oportunidad de explayarse, pero lo hizo por pocos minutos. Recordó que “la Cámara Federal juzgó en mi caso todos los hechos (...) considero que los hechos constituyen cosa juzgada. Nadie puede ser juzgado dos veces por la misma causa”. Dijo que en agosto de 1984 declaró por primera vez ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y “siempre reconocí la autoría de las directivas que impartí en cumplimiento de la directiva 1 del Ministerio de Defensa y de los decretos firmados por el Poder Ejecutivo Nacional en pleno ejercicio de sus facultades constitucionales. Las directivas fueron calificadas de inobjetables por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas”.

Apenas asumió Raúl Alfonsín, el 10 de diciembre de 1983, dictó el decreto 158, por el cual estableció el juzgamiento de las tres primeras juntas militares a través del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. El 13 de febrero del ’84, ante las demoras y la falta de voluntad demostrada por el tribunal castrense, se sanciona la ley que reforma el Código de Justicia Militar y habilita a la Justicia civil a intervenir. El 11 de julio del ’84, la Cámara Federal le indica al Consejo Supremo que investigue si hubo violaciones a los derechos humanos. El 25 de septiembre es cuando el tribunal militar responde y califica como “inobjetables” “los decretos, directivas, órdenes de operaciones, etcétera, que concretaron el accionar militar contra la subversión terrorista”. El 4 de octubre, la Cámara Federal desplaza a los jueces castrenses y se hace cargo del histórico juicio. Videla es condenado a reclusión perpetua, inhabilitación absoluta perpetua, destitución del grado militar. El ex presidente Carlos Saúl Menem lo indulta en 1990, ocho años más tarde vuelve a prisión por una causa de robo de bebés: pasa 38 días en la cárcel de Caseros y luego en prisión domiciliaria hasta que en 2008 lo recluyen en la cárcel dependiente del Servicio Penitenciario Federal en Campo de Mayo.

Videla, al igual que Menéndez, nunca reconoció la jurisdicción civil. Ayer, antes de advertir que no va a declarar se permitió una precisión sobre la acusación que pesa sobre él por el asesinato de treinta y un presos políticos. Dijo que “el viernes se hizo mención a que la policía de Córdoba quedó subordinada a partir del 24 de marzo del ’76 al Ejército cuando, en realidad, por decreto de 6 de octubre de 1975 firmado por el doctor (Italo) Luder se dispuso a partir de esa fecha que todos las policías quedaban bajo el control operacional de las Fuerzas Armadas”.

Ese es otro de los ejes argumentales de la defensa de los represores: que sólo se limitaron a cumplir con los decretos de “aniquilamiento de la subversión” dictados por Luder, como presidente provisional, durante el mandato de Isabel Martínez de Perón. El testimonio de Fermín Rivera es elocuente del cambio que significó el salto de la democracia a la dictadura para los detenidos en la UP1.

Los subordinados

Apenas terminó Videla, tomó la palabra Menéndez con su ya conocida contextualización sobre “el marxismo internacional” que inspiraba a “los subversivos contra la sociedad occidental y cristiana”. Esta vez no parafraseó –como en diciembre pasado en otro de los juicios que lo tiene como protagonista– al fugaz ministro de Educación porteño, Abel Posse, pero siguió fiel a ese libreto. Los problemas de sonido que incomodaron a Videla se repitieron con algunos de los 17 militares, 13 policías y el médico civil, pero no fueron obstáculo para que hablaran sin inhibiciones. A tal punto que hoy continuarán con sus arengas.

Entre los que se hicieron escuchar estuvo el comisario mayor retirado Carlos Alfredo Yanicelli, alias Tucán, imputado por tormentos a 210 personas y seis homicidios. Yanicelli fue designado director de Inteligencia Criminal de la Policía de Córdoba por Oscar Aguad mientras se desempeñaba como ministro de Gobierno de Ramón Mestre. Aguad es ahora el presidente de la bancada radical en la Cámara de Diputados de la Nación.

El coronel retirado Osvaldo César Quiroga pidió un pie para el micrófono y se despachó durante una hora. Quiroga, al igual que gran parte de los otros oficiales reivindicaron que Videla haya asumido su responsabilidad como jefe y se limitó a marcar el cumplimiento de órdenes. Quiroga también participó de la represión en el campo de concentración de La Perla. El teniente coronel retirado Enrique Pedro Mones Ruiz intentó hacer gala de cierto histrionismo para criticar al secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, y fue amonestado por el tribunal.

Cuando la tarde ya cedía a la noche, Francisco Pablo D’Aloia seguía hablando y fue el único que aceptó contestar preguntas. El fiscal, algunos defensores y hasta otros imputados recrearon entonces un diálogo inédito que continuará hoy. D’Aloia, acusado de haber participado en el traslado de los presos, el mecanismo para fraguar las supuestas fugas que justificaban los fusilamientos, pidió una pizarra para continuar hoy con su defensa. Frente a representantes de todos los organismos defensores de derechos humanos y de familiares de las víctimas, seguirán repitiendo sus argumentos en los que no asoma ni siquiera el arrepentimiento por las atrocidades cometidas. Un grupo de familiares de los acusados comparten el ámbito en el que por primera vez abrió la boca frente a jueces de la democracia el militar que más tiempo ejerció el poder de facto en la Argentina: Videla, durante cinco años.