martes, 31 de agosto de 2010

Declararon tres nuevos testigos en el juicio oral contra Videla

Se trata de Frida Angélica Capatto de Ceballos, Osvaldo Onetti y Guido Guidi. Los dos últimos señalaron a un grupo de imputados. Fue en una nueva audiencia en el juicio contra el ex presidente de facto y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad
 
Este martes, por la tarde, declararon tres nuevos testigos en el juicio oral en Córdoba contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad, cometidos en esa provincia durante el último gobierno militar.

Se trata de Frida Angélica Capatto de Ceballos, Osvaldo Onetti y Guido Guidi. A continuación, parte de sus declaraciones:

Declaración de Capatto de Ceballos

Frida Angélica Capatto de Ceballos, tiene 72 años, esposa de Miguel Angel Ceballos, víctima de la causa. A continuación, parte de su declaración:

“Mi esposo fue detenido. Estábamos separados de común acuerdo desde 1970, porque él definió seguir luchando por su causa, por su ideología y su manera de pensar. Coincidí en que él siguiera y me quedé criando a nuestros hijos.”

“La última vez que lo vi vivo fue en 1974, cuando lo visité en la cárcel de encausados. Luego ya lo vi muerto.”

“Mis suegros me enviaron un telegrama. Fui al día siguiente y me contaron las circunstancias. Ellos lo fueron a visitar y no lo encontraron. Preguntaron por él y le dijeron que había sido trasladado. Mis suegros pertenecían a la Asociación de Padres de Detenidos. Llegaron a la Penitenciaría a donde les dijeron que él había sido trasladado, pero que había muerto en un intento de fuga. Mi suegro comenzó a buscar el cuerpo. Logró localizarlo en la Morgue del Hospital San Roque, donde lo tuvo que identificar entre una pila de cadáveres, amordazado, con tiros en la espalda y uno debajo del mentón.”

“Mi suegro estaba desarmado de dolor y tan desilusionado de todo lo que había significado un poco de justicia. Encontró abogados y cómplices de todo esto.”

“Tengo un certificado defunción del 14 de octubre de 1976, que dice que la causa de muerte había sido una herida de bala. Firmado por Rodolfo P. Silvestre, forense. Murió a los 37 años.”

“El velatorio fue con una custodia impresionante, hasta helicópteros sobrevolaban el velatorio. La vida sin él ya había sido muy difícil. Cuando yo estaba en Mendoza, en 1976, estudiando en la casa de una compañera, entraron muchos gritando, amenazando y la secuestran a ella, Silvia Campos.”

“Si bien no estuve presa, lo sufrimos igual con la pérdida de nuestros derechos e igual pudimos honrar a este hombre que entregó la vida.”

“Mi esposo era, para mi, intelectualmente brillante, con gran sentido del humor, con su ideología contagiosa. Yo era una sanjuanina que veía el mundo de una sola manera. Él me mostró la otra, la desigualdad, y me sentí deslumbrada y he continuado con ese pensamiento.”

“En su  momento, a mis hijos, que tenían 8, 9 y 10, les dije que había muerto. Cuando tenían 14 me preguntaron qué había pasado. Mantuve silencio durante mucho tiempo porque no se podía decir con tanta libertad como ahora. Dejé que ellos solos hicieran la historia de su padre. La más chica hizo su historia, vino a Córdoba y buscó a todos sus conocidos y armó su historia. Miguel es querellante en el juicio de su padre. El del medio lo extrañó profundamente.”

“Quise venir con el costo que tiene de dolor, porque no deja de doler nunca. Quiero que se sepa qué pasó con las esposas y los hijos. Había que trabajar, criar a los chicos. Se dice rápido, pero hay que hacerlo. Hay gente que se merece que se castigue.”

Declaración de Onetti

Osvaldo Onetti, de 56 años, comerciante. Dijo reconocer al imputado Gustavo Alsina.

“Alsina era subteniente cuando hice el servicio militar, en 1974, en el Hospital Militar 141. Pero los cuarenta días de instrucción militar se hicieron con el Batallón 141 de Comunicaciones. Quienes manejaron los cuarenta días de instrucción fueron del Batallón.”

“Me tocó la compañía B, donde estaba el subteniente Alsina, que ya era conocido por su ferocidad y maltrato hacia a los soldados. Ferocidad espantosa de los famosos bailes, que hasta que no se desmayaban diez o doce soldados no paraban. Era el único que hacia esas cosas.”

“Se paraba frente a nuestra compañía y nos decía como arenga: ‘Si a usted soldado se le acerca a la guardia una viejita, písela, mátela, porque es terrorista’.”

“Lamentablemente, él pretendía que yo me fuera con él al Batallón, y no que me quedara en el Hospital, que era un destino mejor. Según él, yo era un buen soldado. Me quedé en el hospital porque era mejor. En 1975 me dieron la baja. Alsina venia frecuentemente al hospital. Era una bestia. En una instrucción, un soldado se tiró cuerpo a tierra y se levantó pálido, porque había una víbora y él le dijo ‘tírese de nuevo’.”

Su paso por el D2 y la UP1
“El 14 de abril de 1976 fui detenido en Obispo Trejo 167, en un negocio de mi propiedad, y me llevaron al Departamento de Comunicaciones. Ocho días después fui trasladado a la UP1. Quienes me detuvieron eran dos personas. A uno la apodaban ‘Chocolate’ y al otro ‘El Gato’, un policía, sargento, del D2. Era quien llevaba la voz cantante de mando de las torturas y los interrogatorios. Sufrí las torturas de rigor.”
 
“Del D2 me llevaron a la UP1, donde nos llevaron a un pabellón, en el que habían visitas higiénicas, camas y un baño. Estuvimos una semana, totalmente aislados, hasta que una mañana un grito, dando ordenes militares, nos abrió las puertas y sin haberlo visto supe que era la voz de Alsina. Típico de este tipo de oficiales, creía que todavía estaba en un cuartel, porque sacar a la gente a ‘carrera march’, como si estuviéramos en el servicio militar, ‘zurdos hijos de puta’, ‘monstruos’, ‘bolches hijos de puta, los vamos a matar a todos’.”
 
“Nos llevaron hasta otro pabellón, el Seis. Nos llevaron a una celda, en donde estuvimos unos 20 días. Era tan estrecha que no podíamos acostarnos. Éramos cuatro personas. Para poder descansar acostados nos turnábamos o nos sentábamos con las piernas levantadas. Sergio Salvador, Jorge Olmos y Fernando Perriatoli. Pedimos que nos cambiaran y nos llevaron a otro pabellón.”
 
Las guardias de Alsina y Mones Ruiz
“En las guardias de Alsina y Mones Ruiz entraban permanentemente golpeando, torturando a mansalva, con la excusa de la requisa, absurdas, porque estuve casi un año sin poder ver la luz del sol.”

“Los oficiales de nuestro Ejército han sido siempre cobardes, por eso no querían que los miráramos a la cara.”
 
“Alsina, en un acto de bravuconada, nos hizo mirar y me reconoció. Supongo que sus neuronas se les paralizaron, porque me dijo ‘soldado Onetti, ¿qué hace acá?’ Este señor, amo de la vida y de nuestro físico, parece Kafka. Recuerdo que dije: ‘Me mata, si este tipo era tan bestia en el servicio militar acá me mata’. ‘Usted, soldado, ¿de qué Ejército es?’ En un rapto de lucidez, cordura, de cagazo, dije ‘del Ejército Argentino’. Si Alsina tiene una neurona de recuerdo se debe acordar. Y después me preguntó: ‘¿Qué hace acá?’ ‘Soy preso político’. A partir de ahí, desde ese día que nos quedamos helados, mientras entraba al Pabellón 6 se acercaba a la puerta de la celda y a los gritos me decía ‘soldado Onetti, venga para acá’. Era como si no pudiera resolver el conflicto de que un soldado estuviera ahí.”

Recuerdo de Jaime Lockman
“Una noche, a las tres de la mañana, abrieron las rejas. El ruido de las cadenas y los candados todavía hoy me suenan. Entró una persona, hizo una requisa, dejó a alguien y se fue, a un compañero, Jaime Lockman. El general Juan Bautista Siasian le gritó: ‘Sos montonero, hijo de puta’. Y Jaime lloraba. ‘Jaimito me vas a firmar los papeles, sos del ERP, hijo de puta’. Sospeché que nos iban a matar a todos.”

“Lockman nos había contado que nunca había tomado un café o había ido al cine. Para él era una cosa de locos, lo único que sabia hacer era vender autos. Nos contaba que Sasiain quería que le firmara todo a nombre de ellos.”

La muerte de Bauducco
“En una requisa mataron a un compañero. Creí que nos iban a fusilar a todos el día que mataron a Bauducco. Los militares armados hasta los dientes siempre son valientes. Lo mataron porque no se pudo levantar por los palos que había recibido y el frío. Yo estaba en la misma pared y vi a un oficial con las insignias de cabo. Me acuerdo porque hacía poco que había hecho el servicio militar. Iba golpeando a todos, me tocó a mi, al del lado, hasta que Bauducco se cayó por los golpes.”

En relación a la Justicia
“Nunca fui a declarar, a ningún lado, ni la justicia me llamó. Me hicieron una causa, junto a 25 personas en el Juzgado Federal, por portación de armas de guerra y asociación ilícita. Quedamos sobreseídos al poco tiempo. En el periodo que la causa me acusaba yo estaba enfermo e internado.”

“La Justicia tuvo una participación activa en esa dictadura, sin su complicidad no se podría haber llevado adelante todo esto.”

Primatesta
“Quiero que quede constancia: cuando estaba detenido, mi padre y mi madre peleaban desde afuera por nuestra seguridad y por nuestra integridad, junto a muchos familiares de distintos detenidos y desaparecidos. El Día de la Madre de octubre del ‘76, en la UP1 les dijeron que iban a dejarlos pasar a visitarnos. Cuando los familiares llegaron ese domingo del Día de la Madre las autoridades les dijeron que no, porque había habido un problema, un intento de fuga, y que los esperaba el cardenal Primatesta para hablar con ellos. Fueron a una plazoleta muy cercana y Primatesta casi les entregó el cuerpo de García, uno de los fusilados, por lo cual los familiares indignados comenzaron a juntar firmas e hicieron una carta, en donde contaban esa actitud del cardenal Primatesta y de las autoridades. Iba a ser presentada, en principio, al departamento de Derechos Humanos de la OEA. El día lunes o martes siguiente, a la noche, un grupo armado de civil rodeó la casa de mis padres y los secuestró, y luego a tres padres más. Los trasladaron al Campo La Rivera, donde fueron ferozmente torturados al punto de la locura. Un mes después los dejaron en distintos lugares de la ciudad, desnudos.”

“En las torturas les preguntaban por la carta que iban a enviar a la OEA y que mencionaba a Primatesta.”

“Mi padre se tuvo que exiliar.”

Declaración de Guidi

“Fui detenido el 12 de mayo de 1976, en mi casa materna, a la una de la madrugada. Estaba cursando Arquitectura. Dibujaba en mi habitación y escuché un silbido, golpearon la puerta, eran todos civiles, me pusieron contra la pared. La persona buscaba a mi padre, que no estaba.”

“Un mes antes habíamos tenido una llamada anónima. Atendió mi hermano más chico, le dijeron que nos cuidáramos porque nos estaban buscando. Era un amigo de la familia que tenia un vecino que se hacia llamar ‘Barcelona’, a quien mi padre le arregló su televisor. A ‘Barcelona’ le había llegado una lista de personas para liquidar. Cuando ‘Barcelona’ la recibió se cruzó a la casa de su vecino y le pidió datos sobre mi padre. Por esto estuvieron varios días fuera de su casa, hasta que volvieron y sucedió la detención.”

Su paso por el D2
“Había dos Torinos colores claros, eran del D2. Nos vendaron y nos esposaron a la más grande, a mí y al tercero. Yo tenía 20 años. Llegamos al D2. Recibí una golpiza, caí contra unos bancos de cemento, en donde me rompí los dientes. A mi hermano lo llevaron a una sala y le preguntaron a dónde estaba mi padre. Cuarenta y ocho horas después liberaron al más chico. Nosotros estuvimos ahí durante 13 días, con permanente paso de gente, simulacros de fusilamiento con disparos en la cabeza, nos tiraban al piso y nos hacían saltar. Fue una experiencia muy difícil, se escuchaban permanentemente ruidos y gritos que tenían que ver con las torturas.”

“Una vez nos hicieron salir del tranvía porque necesitaban golpear a alguien. Una de las veces que nos sacaron, era de noche, se escuchó un disparo, mataron a alguien. Por los gritos era un joven al que venían torturando hacía varias horas. Después nos hicieron entrar de nuevo. Después del disparó entró alguien y preguntó qué pasó. El otro dijo: ‘Este hijo de puta me quiso robar el arma’. Estando ahí escuché sobrenombres: ‘Gato’, ‘Chocolate’, me parece, ‘Pelado’.”

“Recuerdo el caso de un joven, muy joven, por los gritos que daba. Nos sacaban del tranvía y lo golpeaban ahí. Lo hacían cada hora, y ahí escuché que le decían: ‘Este hijo de puta me mintió’. Ni mi hermano ni yo tuvimos torturas ni interrogatorios.”

“Después de los trece días nos pasaron a la Alcaldía del Cabildo durante cinco días. En ese patio, donde había presos comunes, tuvimos dos contactos con mi madre, que nos dijo que mi padre se había ocultado, se había escapado y que estaban viendo si se podía hacer un habeas corpus a través del Consulado italiano.”

En la UP1 y la muerte de Bauducco
“Luego me llevaron a la UP1. Estaba en el Pabellón Seis, en la última celda al fondo a la derecha. Éramos 17 personas, había cama para seis. Se escuchaba el nombre de Alsina. Nos golpeaban continuamente. En una de esas requisas lo mataron a Bauducco. Yo estaba en el patio, lo mataron debajo de la celda donde yo dormía. El clima era terrorífico en el centro del patio, seis, diez personas gritando ‘no te muevas’, ‘agachá la cabeza’. Una ferocidad increíble, nos daba la sensación de que cualquier movimiento en falso que hiciera uno iba a ser fusilado. Después escuché el disparo que mató a Bauducco y luego un momento de quietud, de calma. Le comenté a mi compañero de celda que estaban contando uno de cada tres. Pensamos que íbamos a quedar varios fusilados. Por debajo de la axila derecha vi que entraban la camilla al patio. Nos hicieron volver a las celdas, yo estaba bastante conmocionado, mi hermano estaba conmigo. Había compañeros que se contaban las marcas de los bastonazos. Yo le dije no puedo creer que lo hayan matado. Me fijé por la ventana y vi el charco de sangre de Bauducco.”
 
La muerte de José Cristian Funes
“No sé si pasó antes o después. Le decían ‘Diablito’ Funes. Era un compañero ejemplar, era solidario, capaz de quedarse sin pan para convidarle a otro. No era muy común, porque tener ese pan cada mañana era como tenerse a sí mismo. Había un código carcelario, sin embargo ‘Diablito’ podía dar su pan.”

“Estaba permanentemente interesado en conversar, reflexionar y conocer los aspectos más humanos de cada uno de nosotros. A ‘Diablito’ lo sacaron de la celda una noche, era tarde, y cuarenta, cincuenta minutos después, lo volvieron a traer a la celda. Él nos contó que había un militar, me parece que dijo que tenía grado de Coronel, que intentaba llevárselo de la cárcel. En la dirección escuchó una discusión entre el director y este militar, en la que le decía que no se lo podía llevar a esta hora, porque no tenía manera de cubrirse si firmaba su libertad a las once de la noche. El director intentó hacer una llamada. El coronel picaneaba a Funes y le decía ‘mírame, soy tu verdugo, yo te voy a matar’. Como no pudieron sacarlo volvió a la celda.”

“Esa noche fue muy difícil para todos, tuvimos mucho tiempo acompañándolo, estaba muy compungido. Un compañero le decía ‘si tenés alguna posibilidad de escaparte, saltá del camión’. Pero todos sabíamos que en las condiciones de traslado era imposible escaparse.”

“Al otro día salimos al baño, era un mañana hermosa. Yo estaba al lado de él y se secaba la cara mirando el sol que entraba por la ventana. Me dijo: ‘Mirá loco, capaz que sea la última vez que vea el sol’. Apenas volvimos a la celda se lo llevaron. Había un militar con un bastón golpeando en un los barrotes. Mientras el guardiacárcel abría la reja para sacarlo, lo abrazamos todos. Yo fui el ultimo en despedirlo. Se lo llevaron. Estuvimos apesadumbrados un par de días, hasta que un compañero, intercambiando con las señas de las manos, se enteró que un preso común leyó el diario y había muerto en un intento de fuga o en un ajuste entre organizaciones.”

“Sabía que había sido detenido en 1975 y que tenía un proceso judicial. En cuanto a la pertenencia a la organización nunca fui muy curioso. Él pertenecía a un grupo de Peronismo de base. Era una organización chica, él tenia un proceso, estaba detenido en el marco de una causa. En esa celda estábamos Gerardo Otto, Juan Carlos Rabatt; Morcillo; Cantoni; ‘Queco’ Lula; ‘Sancorito’, un delegado de Sancor, Heredia, que era empleado del Banco Provincia en Cosquín. Entre ‘Diablito’ y yo lo tomamos a nuestro cargo. Era un excelente cantor, compositor, nunca había militado en ningún lado, no conocía las siglas y lloraba todos los días. Le propusimos que formara un coro dentro de la celda para que estuviera motivado.”

“El 25 de diciembre de 1976 quedé en libertad.”

Luego de contestar preguntas de las partes, el tribunal ordenó pasar a un cuarto intermedio hasta este miércoles, a las 9.30.


Informe: Natalia Brusa

Piden que una junta médica evalúe el estado de salud de Luciano Benjamín Menéndez

Fue solicitado este martes 30 de agosto, por una de las querellas, para que se analicen los motivos por los cuales el ex comandante no puede ser alojado en una cárcel común. En la jornada declaró como testigo Marta del Valle Quiroga, quien fuera detenida en 1975

Este martes se reanudó el juicio oral en Córdoba contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad, cometidos en esa provincia durante el último gobierno militar.

En la audiencia, la abogada querellante María Elba Martínez, que representa entre otros a María Tressens de Verón y Raquel Altamira de Vaca Narvaja, realizó un planteo acerca del arresto domiciliario del que goza  Luciano Benjamín Menéndez, otro de los acusados.

Al respecto, solicitó se realicen estudios médicos a Menéndez y que se constituya una junta médica, para evaluar los motivos por los cuales el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército no puede permanecer alojado en un establecimiento penitenciario.

Asimismo, requirió se informen los motivos de las excarcelaciones de los imputados Poncet, Rodríguez, Pérez, D’Aloia, Fernando Rocha, Merlo, San Julián, Paredes, Antón y Pino Cano.

Testimonios
Declaración de Marta del Valle Quiroga

En la jornada, se presentó a declarar como testigo Marta del Valle Quiroga, quien aseguró vivir actualmente en Suecia y dijo reconocer a los acusados Gustavo Alsina, Enrique Mones Ruiz, Menéndez y Videla, a través de los medios, y a Carlos Ibar Pérez y a Mirta Antón.

Manifestó que Antón formó parte del grupo que la detuvo en su casa en el año 1975, y que Mones Ruiz, Alsina y Pérez ingresaban al pabellón en el cual estuvo detenida en la Unidad Penitenciaria Nº 1. A continuación, parte de su declaración:

“Fui detenida en octubre de 1975, junto a mi esposo, recientemente fallecido, en la casa de mis suegros, en barrio Nueva Italia.”

“No exhibieron orden judicial alguna. Estaban mi suegra, una abuelita de 70 años y mi hija, de 5 meses. Eran muchos hombres que no puedo recordar y una mujer, que es esta señora Antón. Era la madrugada. Entraron, revolvieron, buscaron, le levantaron las frazaditas de mi hija, pensando que debajo podría haber escondido algo. Se llevaron el saco del colegio Robles de mi marido, diciendo que eso era un saco de Policía.”

“Hicieron un acta de secuestro de material subversivo y las obligaron a las mujeres mayores a firmarla. Se llevaron libros de psicología y unas marmitas.”

“Nos pusieron a mi esposo y a mí en autos distintos, y nos llevaron a Informaciones.”

“Nos agarraron a puñetazos y me llevaron a una habitación. Me vendaron, me hicieron arrodillarme en el piso  y me metieron la cabeza en un balde con agua. Me pisaron los pies para que no resistiera. Me rompieron los tendones y un empeine. Me preguntaban a veces, a veces no. Sentía que me asfixiaba, me decían que me iban a traer los dedos de mi hija en una caja.”

“Yo tenía una cuñada fugada del Buen Pastor  y me preguntaban por ella. Allí estuve varios días hasta que fui trasladada a la Penitenciaría.”

El recuerdo de la UP1
“Me alojaron en la Celda 4 del Pabellón 14. Se respetaban ciertos derechos: un abogado, ver a la familia. Con mi esposo habíamos decidido tenerla viviendo en el Penal con nosotros. Solo unos días  para que no se olvidara de nosotros.

“Había otros niñitos: Santiago Francisetti, Emiliano Pihen, Anahí Carreras, Ernesto Salís. Eran todos niñitos que al momento del Golpe estuvieron ahí con nosotras.”

“Teníamos una salida al cine del Penal. Teníamos una visita higiénica con nuestros esposos. Teníamos diarios, nos teníamos a nosotras, nos dábamos fuerzas, nos ayudábamos con los hijos. Había madres más jóvenes, más viejas. Había mucha solidaridad  entre nosotras.”

“Cuando ocurrió el Golpe nos dijeron que ‘se acabó la escuela de señoritas, que ahora íbamos a saber lo que era ser prisioneras’.”

“En abril entró una patota, corriendo, gritando, dando órdenes, mucha gente armada con bayonetas. Los niños estaban en distintas partes del pabellón. La desesperación se apoderó de mí, porque mi hija quedó al fondo  del pabellón, a donde iba gateando a ver a otros niños. Quise avanzar para buscarla, los niños gritaban asustados. Golpes, empujones, palos, amenazas de muerte. No sé cómo llegó mi hija a mis brazos. Se la fueron pasando. Se abrazó a mi cuello con desesperación, gritaba y lloraba. Creo que nunca lo vamos a olvidar.”

“Hicieron que las metamos en la cuna en la celda y cerráramos las puertas. Ella no entendía por qué nos las sacábamos de encima. Nos daban el discurso de que ‘se acababa la buena vida’.”

“Nos hicieron salir al patio y las celadoras se quedaron a cargo de los chicos. Les dicen a las celadoras que los hicieran callar. Nos desnudaron, nos hicieron poner contra la pared. Había dos o tres militares por cada una. Comentaban cosas y se reían. Imagino el cuadro que tenían de nuestra desnudez. Eso fue un simulacro de fusilamiento. Estuvimos allí bastante tiempo. Requisaron el pabellón. Nos hacen vestir de nuevo y entrar.
Se habían robado todas las pertenencias, la mercadería que trajeron nuestros familiares, relojes, nos dejaron dos mudas de ropa y una de cama. Nos emplazaron para sacar los niños de penal en 48 horas y que si no los iban a llevar a la Casa Cuna y no los íbamos a ver más.”

“Yo tenía con quien dejar a mi hija, pero por ejemplo Salis tenía a su familia lejos y tuvo que pedir a parientes lejanos, quizás enemistados, que le llevaran al chico. Sé que cuando salió de la cárcel le costó mucho recuperar a su hijo. Tuvo que demostrar que era buena persona y que tenía trabajo para que se lo devolvieran.”

“Entregamos a los niños a las celadoras sin la certeza de que efectivamente hubieran llegado a nuestras familias.
Quiero decir que Paula, mi hija de once meses, vio como le pegaban a su mamá, a sus tías y hasta el día de hoy,  que tiene 35 años, no lo ha podido superar.”

“Una vez con sus abuelos fue al circo y cuando vio a los payasos pegarse empezó a gritar desesperada pidiendo que la sacaran de allí.”

“Recuerdo al cabo Pérez. Nos golpeaban y buscaban que nos cayéramos o tropezáramos sobre ellos para matarnos. Nos caíamos sobre nosotras para evitar que nos maten. Tenían las luces prendidas todo el día, como un elemento más de tortura.”

“Nos llevaban al baño una o dos veces. Cuando nos levantábamos teníamos que enrollar los colchones. Las celdas eran como nichos. Daba la sensación de que si te ibas a dormir te iban a tapiar.”

“Ir al baño era una cuestión de terror. Teníamos treinta segundos para ir al baño. Teníamos que elegir entre ducharte, orinar o ir de cuerpo. No podías hacer todo y a veces el cuerpo no te respondía. A veces, en esos treinta segundos no  podías hacer nada, porque te daba miedo que te abrieran la puerta y te agarraran con los pantalones bajos y se le ocurrieran otras ideas más de las que ya tenían. Pasaban los días y te metías los dedos para poder ir de cuerpo y aprovechar los treinta segundos.”

“Como estaba con la pierna enyesada encontraron otra forma de hacerme bailar. Flexiones de ojos y de dedos con una pistola en la cabeza.”

“La bota de yeso me duró muchísimo tiempo y el tendón quedó laxo y el pie, como muerto. Hoy tengo un porcentaje alto de incapacidad en esa pierna. Mi pierna sana tiene diez centímetros de diferencia con la otra. Necesito zapatos que se abran completos para poder poner el pie. En Suecia me operaron,  pero no se pudo recuperar y no pude seguir haciendo cosas por mi pie, porque tenía que cuidar a mis hijos y trabajar.”

Pérez, Alsina y Mones Ruiz
“Se llamaban entre ellos, se paseaban con sus rostros, sus caras y sus portes. No se ocultaban. Se enojaban si los mirábamos, pero estaban a rostro descubierto.”

“Había otro más menudo, al que le habíamos puesto de apodo ‘Cucharada de moco’. Masticaba chicle y daba vuelta el arma como para hacerse ver. Quería imponer terror, pero también hacerse admirar.”

“Mones Ruiz tenía una capa, botas por encima del pantalón, muy brillantes, algo al cuello, supongo que era el típico porte del militar.”

“El cabo Pérez era muy golpeador,  con palo de goma. Era muy activo, tenía voz de mando. Tenía un acento que no era cordobés.”
“Alsina no se diferenciaba del cabo Pérez. Lo hacía desde otro punto. Se dirigía al cabo Pérez y se notaba que era el que llevaba la voz. Golpeaba, arengaba, nos decía lo que nos iba a pasar el resto de nuestras vidas. Mucho discurso. Éramos ‘la última lastra’, que nos íbamos a arrepentir de haber nacido. Nos decía que si afuera era muerto algún militar nosotros íbamos a pagar las consecuencias.”

“Un día allanaron un lugar y nos mostraba a todas un ejemplar de La Estrella Roja. Arengaba, excitado, dando un discurso largo por todo el pasillo.”

“Mones Ruiz tenía la manito larga con su palo, pero era distinta la actitud con respecto a Alsina. A Alsina le habíamos puesto ‘Remolino’, pero Mones Ruiz tenía otra actitud, no arengaba, tenía la misma mirada, golpeaba pero era otra actitud. A veces se quedaba parado mirando y dando las órdenes.”

“Pérez era corpulento, morocho, de pelo oscuro pirincho parado. Era más viejo que yo. Yo tenía 21. Él habrá tenido 30 años, un poco menos, 26 o 27.”

Los traslados
“Marta Rosetti de Arquiola mencionó que le dijeron que la iban a volver a sacar. Nos contó que había estado con un muchacho Funes. Después la volvieron a llevar y ella sabía que no era para nada bueno. La sacaron las celadoras.”

“Mirta Abdón hacía mucho ruido para que sepamos que la estaban llevando. Gritaba: ‘Celadora no me lleve. A dónde me llevan’.”

“A Barberis la sacaron del piso de arriba, a Liliana Páez la sacaron de una de las celdas de castigo, a Diana Fidelman primero la llevaron al D2 y la trajeron a los dos días muy golpeada. Después la sacaron y no volvió.
Liliana Páez le había pedido a una celadora que si encontraba unas figuritas de miga de pan que ella había hecho las guardara y se las diera alguna vez a su hijo. La celadora, muy conmovida, nos contó eso.”

Los estaqueamientos
“En la época anterior al golpe habíamos dibujado los paredones con flores, con poesías. Cuando llegaron los militares sacaron a Galárraga, Muñoz y Pizarro y los hicieron limpiar las paredes con las manos con cal.
Se ensañaron con Muñoz, la estaquearon en el patio y obligaron a su compañera a echarle agua. Ella gritaba para que todas supiéramos lo que le estaban haciendo: ‘Señor militar no me pegue; celadora, sáqueme a este militar  que me está quemando con cigarrillos’.”

“A Charo Muñoz le habían puesto un cordón en un brazo, pasaba por el cuello e iba hasta el otro brazo para que no se moviera. La escuché y por unos minutos la vi.”

“A Moukarsel también lo vi. Abrieron la ventana y nos obligaron a mirar, para que viéramos que eso nos podía pasar a nosotros si hiciéramos algo que no estaba permitido. Fue golpeado todo el día hasta avanzada la noche. Quemado con cigarrillos, empujándole piedritas debajo de la espalda.”
 
“’Mi nombre es René Moukarsel’, fue lo único que gritó durante todo el día. Le tiraban agua helada, hacía frío, y lo golpeaban.”

“Para nosotras también era una tortura estar escuchando. A veces deseas que te golpeen a vos, porque es muy duro.”

“Escuché algo que deduzco que es una reanimación. Escuché voces que discutían y que se lo llevaban de allí. Él gemía, estaba vivo cuando se lo llevaron de allí.”

“Se ensañaban con las mujeres. Decían que nosotras no éramos mujeres, que las mujeres eran sus novias o sus esposas. Se ensañaban más con las mujeres bonitas o más jóvenes. Por ejemplo, con Graciela Galárraga se ensañaron mucho. Una vez le metieron una funda de cuchillo en la vagina y eso le trajo una infección, que le hizo perder mucho peso.”

Bauducco
“Estuvo detenido con mi esposo. Con nosotras estaba su esposa, Dorita Cafieri de Bauducco. Cuando salimos, mi esposo contó los horrores que se vivieron cuando mataron a Bauducco.”

El traslado a Devoto
“Una vez vino un cura para ver si nos queríamos arrepentir de algo. Después también vinieron a sacarnos fotos. Dedujimos que eran para trasladarnos a Devoto.”
“Toalla al hombre, cepillo de dientes en el bolsillo, nos llevaron adelante de la Penitenciaría, parados, con las manos atadas hacia atrás con cables, con las palmas de las manos hacia fuera.”

“Había también hombres. Allí nos tuvieron muchísimas horas y nos volvieron a llevar al Pabellón.”

“Las celadoras nos decían que estuviéramos tranquilas, que era para mejor. Al otro día nos sacaron a las mismas y nos metieron en unos camiones, esposadas de a dos. Yo era una de las más altas del pabellón y me esposaron con la más bajita del pabellón, Viviana. Era otra cosa perversa. Estábamos vendadas, nos decían que había un escalón y había tres, entonces nos caíamos una encima de la otra.”

“Nos trasladan a Devoto y me fui a Suecia en noviembre de 1979.”

Su situación judicial
“Me hicieron una causa por asociación ilícita y me dieron una condena de tres años. Teníamos como abogado al Dr. Molina. El juez era Zamboni Ledesma.”

“El abogado nos decía que podíamos hacer una denuncia por apremios ilegales. No sentí que hicieran algo con la causa legal. Ya habían pasado tres años de la condena y seguía detenida a disposición del Poder Ejecutivo.”


Informe: Natalia Brusa

viernes, 27 de agosto de 2010

Abruman las pruebos de los testigos


Declaración de la testigo Sánchez
Finalizada la exposición de Molina, el tribunal llamó a prestar declaración a la testigo María Teresa Sánchez, quien dijo reconocer a Videla, Luciano Benjamín Menéndez, Calixto Flores y Mirta Antón. A continuación, parte de su declaración:
“Sólo quiero que se haga justicia y no me comprenden las generales de la ley.”
Detención y traslado a la D2

“Estuve privada de mi libertad. El 24 de febrero de 1976 golpearon la puerta de mi domicilio. Estaba embarazada y con mi marido. Entonces vi por la mirilla y era una persona de civil. Pensé que era un vendedor ambulante. Cuando abrí empezaron a ingresar personas de todas partes, de los techos, de todos lados. Entraron y comenzaron a preguntarme por mi marido y me llevaron. Me golpearon y me metieron en la parte de atrás del auto.”
“Me llevaron hasta la D2, sin vendas por un rato. Luego me vendaron. No comprendía por qué me habían llevado. Me vendaron y me llevaron al patio. Entonces llegó una persona; pude ver que era media gorda y me dijo que pensara bien lo que iba a contestar, por lo que tenía dentro de la panza. Al rato dijeron: ‘Cayó el Ferraro’. Era mi marido.”
“Nos pusieron a los dos juntos. Mi marido estaba muy mal por los golpes recibidos, y con una cruz esvástica en el pecho, hecha con birome.”
“Le pedí que no hablara. Quiero aclarar que mi marido no militaba en ninguna parte.”
“Me llevaron a un colchón mojado, me dejaron tirada, luego de la golpiza que recibimos. Había dos tipos de voces: una que nos decía ‘déjala, es una perejil’, y la otra decía ‘pegá, esta es una hija de puta y va a hablar’.”
“Luego me llevaron a un lugar, subiendo unas escaleras. Había dos mujeres: una detenida, llamada Mónica, y otra policía, llamada Graciela.”
“Luego me bajaron del lugar y me llevaron a otro, llamado ‘El Tranvía’. En ese lugar, cada vez que pasaban nos golpeaban. ‘El Gato’ permanentemente pasaba y nos decía cosas. Nos hacia gritar: ‘¡Heil Hitler!’.”
“En ese lugar nos torturaban siempre y se sentían gritos de tortura continua. Estuve cuatro días en la D2. El último día me trajeron un batón de mi madre, me hicieron bañar y me trasladaron a la UP1. Mi marido también estuvo detenido en la UP1.”
La llegada  a la UP1
“El día que ingresé a la UP1 era un día soleado. Me subieron al primer piso y me alojaron en una celda que daba al hospital.”
“En el momento en que llegué al primer piso, estaban todas las compañeras preparándose como para algo. Se me presentó Diana Fidelman y me contó sobre todo el funcionamiento del penal. Ese día tenían visitas, por eso estaban contentas.”
“El primer tiempo tuvimos puertas abiertas en las celdas. Eso duró muy poco. El 23 de marzo tuvimos visitas íntimas con nuestras parejas. Entonces me llevaron y me encontré con mi esposo. Recuerdo que cominos con otra pareja. Nos acostamos y tipo tres de las mañana escuchamos la radio y se escuchaba  la marcha militar. No sabíamos qué iba a pasar con nosotros.”
“El 24 de marzo era una mañana muy gris y un helicóptero daba vuelta por el penal. Entonces entraron y trasladaron a los hombres a sus celdas y a las mujeres a las de ellas. Fue una recorrida y nada más. Comenzaron a sacarnos cosas de las celdas.”
“Un domingo entró un grupo de militares sin avisarnos, cosa que nos llamó la atención, porque siempre nos avisaban.”

El parto en la maternidad provincial
“El día 13 de abril me trasladaron a la Maternidad provincial, para que diera a luz a mi hija. Cuando llegamos a la Maternidad, se iban apostando para vernos. La gente quería mirar, pero al mismo tiempo no. Estuve casi todo el tiempo del parto esposada y con fórceps. Mi hija nació con sufrimiento fetal. Sólo me soltaron al  final. Me dejaron en un pasillo.”
“Al otro día me desperté y pregunté por mi hija. Me dijeron ‘ya te la vamos a traer, porque estaba llorando como loca’.”
“Entraron dos practicantes que me pidieron el teléfono de mis familiares. Luego estuvo mi familia viendo a mi hija y dejó unos huevos de Pascua.”
“Me trasladaron de nuevo a la UP1 dos días después. Me pareció raro porque había un despliegue de camiones verdes en el penal.”
“La guardia que me recibió me dijo ‘esto está terrible, ha cambiado todo, ya te van a contar tus compañeras’. Me llevaron al pabellón de mujeres, previo pasar por el pabellón de hombres.”
“Fue muy emotivo encontrarme con todas mis compañeras, que me decían que tuve suerte por haber tenido a mi hija ese día, ya que ese día entraron los militares al penal y todo había cambiado.”
“Les habían hecho una requisa espantosa, algunas de las compañeras se estaban bañando y las sacaron así, arengando que eso ya no era un ‘liceo de señoritas’.”
“A partir de mi regreso las condiciones en el penal habían cambiado terriblemente. Nos encerraron en las celdas que no tenían baño.”
“Nos dieron la orden de que teníamos que entregar a nuestros hijos. Se escuchaban los gritos de los niños, los ruidos de las llaves, de las botas, los gritos de ‘todas al pasillo’. Nos obligaban a desvestir a los niños y los niños lloraban.”
“Eso fue a los doce días de llegar al penal. Me ayudó una compañera de nombre Ana María Pizarro, que estaba en los últimos años de medicina. Me enseñaba como curar el pupo de mi hija.”
“Fue realmente muy triste cuando se llevaron a mi hija.”
Diana Fidelman

“Fue muy triste cuando se la llevaron. Ella me regaló una camisa azul, con unos elefantitos celestes . Me contó cómo la habían llevado al D2. Me habló de Vergez y me dio la sensación de que Vergez era el represor dueño de ella. Ella me dijo que si se la llevaban otra vez la iban a matar, porque ya se lo habían dicho. Le dije que eso no podía ser, porque ella tenía causa judicial. Creía en la legalidad, era estudiante de abogacía.”
“Cerca del 25 de mayo la vinieron a buscar, sentimos como Diana se negaba a ir, pero igualmente la llevaron. Al día siguiente nos enteramos por las guardias que Diana se había querido escapar y que por eso la habían matado.”
“No pude ver quien se la llevó. Estaba en las celdas de enfrente. No pude ver, pero sí escuchamos las voces de ellos. Eran militares. Lo supimos.”

Tati Barberis y Marta Baronetto
“Cuando se las llevaron me trajo una sensación tremenda, porque Marta Baronetto había tenido a su hijo Lucas. La llevaron, la trajeron y se la volvieron a llevar. Casi siempre estas salidas se producían en fechas muy importantes.”
“Cada vez que entraban, después de las siete de las tarde a sacar a compañeras, se percibía el temor en el pabellón y se olía la muerte.”
“Entraban los militares a cada rato y nos bailaban. Siempre era personal masculino, todo era muy brutal.”

Alsina y Mones Ruiz en la UP1
“Cuando entraba Alsina nos hacía bailar, era terrible, le pusimos ‘Remolino’. También cuando entraba Mones Ruiz.”
“Alsina se ensañaba con nosotros. Era una persona exageradamente perversa. Mones Ruiz tenía una personalidad totalmente distinta, absolutamente diferente a la de Alsina, lo que no significaba que no nos diera baile.”
Su situación judicial
“Un día Mones Ruiz me llevó a declarar en la parte de adelante del penal. Estaban presentes el Dr. Rueda, quien era escribiente,  y el Dr. Haro, que era defensor. Tuve una causa penal. Pidieron que nos aflojen los cables con los que nos habían atado, porque las esposas no alcanzaban para todas las trasladadas. Era fines de abril o principios de mayo de 1976. Ya había tenido a mi hija, por la ropa que tenía puesta. Haro hacía de abogado, porque yo, como estudiante de abogacía, no podía entender como él convalidaba esto. Estaba presente Mones Ruiz mientras me entrevistaba con el juez.”
“Otra vez se presentó Luis Molina y me dijo que ahora él era el defensor, porque Haro era ahora camarista. Me explayé sobre las condiciones que vivíamos en la cárcel.”
“Molina me dijo ‘vos no querés hablar y encima no te querés sacar la bombachita, así no te vas a ir más’.”
“El juez a cargo de mi causa fue el Dr. Puga. Fui condenada a cuatro años por asociación ilícita organizada. Me encontraba en la celda de castigo, porque no me había dejado manosear en mi vagina y ano.”

El traslado a Devoto

“En septiembre de 1977 nos trasladaron a la Escuela de Aviación. Nos vino a buscar un avión chico con asientos y nos trasladaron, nos golpearon y esposaron de a dos. Llegamos luego de muchas horas, ya que iban levantado a gente en otros lugares. Llegamos al penal de Devoto.”
“En Devoto nos llevaron a la iglesia y nos hicieron desnudar a todas. Nos tuvieron un buen rato, nos llamaron de a una por el nombre. Nos dieron una frazada y un plato delata,  y nos dijeron a dónde debíamos ser alojadas. Las compañeras de Devoto nos recibieron cantando, eso fue muy lindo.”
“Todas acá nos queríamos ir a Devoto. Después nos dimos cuenta que Devoto también tenía lo suyo, pero no era como acá.”
La muerte de Moukarzel
“Hubo un hecho en San Martín. Un día muy frío, trajeron a un compañero varón y lo estaquearon en el patio de las mujeres. Estaba extremadamente frío. Había como una sensación de silencio y sólo se escuchaban los lamentos de este compañero, que luego supe que era de apellido Moukarsel.”
“Luego abrí la ventana de mi celda y pude ver a esta persona. Estaba desnudo, con los brazos extendidos, con las piernas atadas. Le tiraban agua. Se quejaba y decía ‘¡ay, mis riñones!’. Le habían puesto a un soldado de guardia y le pedía ‘no me hagas esto, hermano’. Después se supo que le había dado un paro cardíaco.
Luego de unos días, donde se encontraba la cabeza de Moukarsel, salió un lirio, por lo que una compañera le hizo una poesía.”
“El Gato” Gómez y “El Chato” Flores
“Tanto ‘El Chato’ Flores como ‘El Gato’ Gómez eran los que siempre estaban gritando cosas, diciéndonos cosas y nos pegaban.”
“Pude identificar quiénes eran, porque comenzamos a describirlos con las otras compañeras. Supe que ‘El Gato’ Gómez había violado a una chica de Río Cuarto, la cual tuvo un hijo, y que el padre de esta chica lo quiso matar.”


“A Menéndez lo pude ver en el edifico de mi estudio. Me lo crucé y me dijo: ‘Buenos días, soy el general Menéndez’. Entonces el cuerpo me comenzó a temblar, porque Menéndez es una persona que produce mucho miedo.”

Informe: Natalia Brusa

jueves, 26 de agosto de 2010

Una testigo dio detalles sobre su detención

Este miércoles, por la tarde, declaró como testigo Graciela Galárraga, en el juicio oral en Córdoba contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad, cometidos durante el último gobierno militar.
Galárraga fue detenida en abril de 1975. A continuación, parte de su declaración:

“Allanaron mi casa, me vendaron, estuvieron un buen rato y me cargaron a un auto. No sé a dónde me llevaron. Pasaron por el Departamento de Policía de Laboulaye.”
“El que estaba al mando de la patota era Miguel Angel Gómez, alias ‘El Gato’.”
“Me sacaron de la casa a las patadas, me vendaron, me ataron. No sabía, pero escuché ahí mismo que eran el ‘Comando Libertadores de América’. A la madrugada me sacaron de la Policía y me trasladaron. Me hicieron un simulacro de fusilamiento.”
“Después llegamos al Departamento de Informaciones de Río Cuarto. Me tiraron en una celda, estaba toda mojada, me golpearon con cachiporras, me desnudaron. La persona más violenta era Gómez. Daba órdenes a otros de que me golpearan y también lo hacía él. Me traían para firmar declaraciones. En esa situación me llevaron ante el Juzgado Federal de Río Cuarto. Me preguntaron sobre mi militancia. Querían que reconociera que estaba relacionada con el copamiento de la fábrica militar de Villa María.”
“Antes de llevarme al juzgado me pusieron sobre una mesa, sin la venda, y me sacaron fotos rodeada de elementos como folletos, documentación armas, etcétera. No era nada que hubieran encontrado en mi casa.
La causa que me hacen es por tenencia de material subversivo. Declaré ante el juez federal con la gente que tenía alrededor mío en la celda. No recuerdo el nombre del juez.”
“Después me trasladaron al Buen Pastor de Río Cuarto, y de allí me trasladaron al Buen Pastor de Córdoba, unos días antes de la fuga del Buen Pastor. Después de la fuga se produjo el traslado a la UP1.”
“Cuando llegamos al penal teníamos visitas, podíamos ingresar alimentos, había buena relación con el personal del penal. Las compañeras podían tener a su hijos con ellas. Todo esto hasta el golpe militar del 24 de marzo. Ahí cambió la situación para nosotras en el penal. Nos enteramos por radio del golpe.”
“No inmediatamente, pero ingresó personal militar. En la requisa del servicio penitenciario nos sacaron algunas cosas. Los televisores, las radios, algunos libros. Pocos días después empezaron a advertirnos que había que retirar a los niños. Una mañana muy violenta pidieron las llaves de la celda, entraron muchos militares, nos sacaron al patio corriendo, con las manos hacia atrás y la cabeza agachada. Los niños lloraban y se quedaron con las celadoras.”
“Nos hicieron desnudar y ponernos contra la pared. Con las cachiporras y palos nos golpearon, nos hicieron simulacros de fusilamientos. Ahí, en el patio, nos desnudaron con las piernas abiertas, contra la pared, nos manosearon, nos hicieron tacto. Aún algunos niños estaban en el Penal, porque había compañeras cuyos familiares estaban lejos y no los habían podido retirar todavía.”
“Cuando volvimos a las celdas se habían llevado todo. Nos habían dejado lo mínimo e indispensable y lo puesto. No teníamos jabón, no teníamos algodón. No teníamos nada. Éramos mujeres.”
“Después de la requisa, una noche nos sacaron para bailarnos, cuerpo a tierra. La celadora nos dijo que eran los altos mandos. Nos hicieron salir de la celda y nos anunciaron que esto dejaba de ser un ‘liceo de señoritas’ para ser ‘un campo de prisioneros’.”

“Empezaron a entrar sistemáticamente, cada quince o veinte minutos, los piquetes militares, a bailarnos.”
“Había una cuota muy grande de violencia, había golpizas, nos dejaban con las rodillas lastimadas, nos faltaba el aire.”

Mones Ruiz y los cabos Pérez
“Una de esas guardias estaba al mando de un teniente al que nosotros el decíamos ‘El Avispón’. Un ser temido, llegaba siempre acompañado por más gente que atropellaba y golpeaba. Ese ‘Avispón’ era el teniente Mones Ruiz.”
“Una mañana, muy temprano, nos sacaron, nos llevaron al baño a algunas. Estaba el cabo Pérez, le gustaba golpear, manosear a las compañeras, y con otro grupo de gente nos comenzaron a cortar el pelo. A mi me llevaron a las duchas y me pelaron íntegra.”
“Ese día me dijeron que me iban a llevar a las celdas de castigo por haberles contestado. Esa guardia estaba a cargo de Mones Ruiz.”
“En la UP1 había dos cabos Pérez. Uno era de la guardia de Mones Ruiz, era mediano, no demasiado alto, más retacón. Era grotesco, una mezcla de torturado, de bruto y le gustaba manosear a las compañeras. Una noche, este cabo ingresó con otra gente a altas horas de la noche, me golpearon, me tiraron agua. Yo estaba desnuda. Hizo entrar a toda la tropa que estaba con él y me produjo vejaciones, me metieron un portacuchillo de monte en la vagina.”
“Había otro cabo Pérez, más alto, de contextura no grande pero más alto, con otro porte, bien militar, impostaba la voz. Tenía una tonada como puntana, era cruel, era golpeador, era una persona que siempre tenía un discurso para dar. Nos gritaba ‘reclutas’, que nos iba a pisar ‘como bichos’, que nos iba a pisar las cabezas. Que nos íbamos a morir en el fondo de los pantanos.”
“No tenía sobrenombre, era el cabo Pérez. Después escuché que lo habían apodado ‘Jaime Klooner’.”
“El 19 de agosto, cerca de las diez de la mañana, vino a retirar a tres compañeras, a Viviana Avendaño, a Liliana Felisa Páez y a mi. Nos retiraron de la celda, nos ató las manos atrás, con un cable, y nos llevaron corriendo hasta la Dirección del penal. Ahí, el secretario de un juzgado le dijo que estaba absuelta en la causa federal pero que quedaba a disposición del Poder Ejecutivo y del Área 311.”
“Le pedí al secretario si podía contarle las cosas que estaban pasando en la cárcel, pero el secretario no me dejó. No recuerdo quien era el secretario.”
“Este ‘Jaime Kloner’ solía estar en la guardia de Alsina. Este cabo Pérez tenia libertad de ingresar al pabellón muchas veces. Era un torturador que tenía permiso para entrar. Entraba y repartía golpes.”

El capellán del Ejército
“Se presentó el capellán del Tercer Cuerpo de Ejército. Quisimos hablar con él sobre lo que estaba pasando. Habían raleado la comida. Era caldo con cuatro lentejas y un hueso, y te lo escupían adentro.”
“Le planteamos la inseguridad que teníamos. Ya habían sacado por primera vez a Diana Fidelman. Él respondió algo así como ‘algo habrán hecho, tienen que resignarse’.”
“Hay una anécdota. Había una compañera catequista, con una militancia cristiana. Le dijo ‘no se preocupe que si nos cortan el pelo el pelo crece; si nos rompen los huesos, los huesos se arreglan y si nos matan, creemos en la resurrección de los muertos.”
“Tratábamos de no sembrar el pánico, porque podía crearse un efecto dominó. Estábamos bajo el poder de ellos.”
“Fue a guardia de Mones Ruiz, a mi me llevaron al calabozo. Se escuchaba desde el segundo piso. La celda de castigo daba al patio del hospital. Yo estaba en esa celda de castigo. Se escuchaban canciones hasta que de pronto hubo un silencio total y se escuchó que llamaban a Fidelman. Ella hablaba en voz alta y algunas compañeras le dijeron ‘chau Diana’. Al rato sube Mones Ruiz, con gente detrás, y le pregunté qué pasa con Fidelman. Me acuerdo que me contestó: ‘¿Es muy amiga tuya? Porque no la vas a ver más, cuidate porque lo mismo te va a pasar a vos’.”

Vejaciones en el penal
“Después entró el cabo Pérez con los demás. Yo estaba desnuda. Entraron y me golpearon. Me mojaron, perdí el conocimiento. Amanezco tirada, toda mojada en el piso. Vino la celadora, y le dije que estoy muy dolorida. Pedí un medico. Vino otro militar, un señor mayor, petiso, que abrió la puerta la celda. Lo primero que hice fue lo que nos pedían que hiciéramos: manos atrás, dar la espalda. Me dijo que lo mire de frente. Había olor feo en la celda porque yo tenía una infección, porque me habían metido un portacuchillo en la vagina. Tuvimos una conversación en ese momento y él me dijo que eso no podía ser, que no podían ser militares.”
“Le dije que si y que nunca me hubiera imaginado que pudieran cometer actos tan atroces. Llamó a un médico y el médico le dio un listado de cosas para comprar, para empezar a curarme. Que cuando empezara a medicarme y estuviera más higienizada me iban a trasladar a mi celda.”
“Esa misma noche, con ese silencio, se oyó un sonido cercano de ráfaga de tiros. A la mañana me enteré que habían matado a Fidelman, cerca del penal.”
“Después la sacaron a Tati Barberis y Mirta Abdón. Pasó más desapercibido lo de Tati, por la resistencia de Mirta Abdón. La llevaron a la rastra porque no quería salir. No volvieron nunca más.”

El estaqueamiento de Charo Muñoz y de Moukarzel, un solo recuerdo
“Entró el teniente Alsina, corriendo. Pidió a la celadora la llave de la puerta. Pidió por mi diciendo: ‘Hoy voy a estaquear a alguien. Galárraga, hoy la voy a estaquear a usted’. Le pregunté por qué y el me dijo ‘porque a mi se me antoja’.”
“Subí a las celdas de castigo. Estaba Zulema Alvarez como celadora y le pregunté qué hago. Me dejó ahí, con la puerta semiabierta. Me dijo: ‘No te hagas problema, porque creo que las quiere asustar nomás, porque la subió a ver a Rosario Muñoz’.”
“Escuchamos los golpes en el patio, estaban clavando estacas. La celadora se puso más nerviosa. Vino el teniente Alsina, me dijo que salga y detrás de mí vino bajando María del Rosario Miguel Muñoz. Bajamos las escaleras para ir al patio, las estacas ya estaban. Había otro grupo que nos llevó corriendo. Pusieron en las estacas a ‘Charo’ Muñoz y a mi me comenzaron a hostigar para que le tire agua. Fue un momento muy duro. Tratamos de gritar para que nos maten a las dos en ese momento. Gritaba y gritaba para que me escucharan los presos comunes. Alsina estaba ensañado con que yo le tirara agua. Tiré el balde y me hicieron traer un balde con cal, para que pintara el murallón de bloques de cemento.
“Alsina venía, tiraba agua y se iba. Había dejado a alguien ahí en ese momento, creo que lo llamaba ‘dragoneante’.”
“Durante muchos años concentré este episodio relacionado con otra estaqueada que ocurrió después, la estaqueada de Moukarzel. Durante muchos años mi memoria concentró la estaqueada de ‘Charo’ Muñoz y la de Moukarzel. Me ha costado mucho separar estos hechos en tiempos distintos. Me cuesta mucho hablar de esto.”

“Alsina otra vez me sacó a ver a Moukarzel. Lo sostenían dos penitenciarios.”
“Me golpeaba la cabeza contra la pared para borrar la imagen de lo que había visto. Es la primera vez que me pasó en mi vida, de poder entender ese paso que hay entre la locura y volver a la realidad. Y que a esas personas no las estaba viendo y que no las escuchaba quejarse más.”
“Los quejidos de Moukarzel se escucharon toda la tarde. A la noche no se escucharon más y creo que se lo llevaron.”

Informe: Natalia Brusa

lunes, 23 de agosto de 2010

Querella cuestiona la prisión domiciliaria de Luciano Bejamín Menéndez

La abogada María Elba Martínez, cuestionó la prisión domiciliaria otorgada al represor Luciano Benjamín Menéndez, que está siendo juzgado en los tribunales federales de Córdoba por delitos de lesa humanidad, y señaló que aún "falta abrir otros campos”.

La letrada, es una de los representantes de la querella, en el juicio que se le sigue a los represores Jorge Rafael Videla y Menéndez, junto a otros 29 acusados de cometer crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura militar.

Martínez  sostuvo que la prisión domiciliaria otorgada a Menéndez el pasado miércoles "nos muestra que nunca se quiso poner las cosas en claro”.

Indicó que ante el pedido efectuado por el abogado defensor del represor, Alejandro Cuestas Garzón, el titular del Tribunal Oral Federal número 1 (TOF1) que lleva adelante el juicio, Jaime Diaz Gavier, otorgó la prisión domiciliaria "sin consultarnos si lo considerábamos pertinente”.

Señaló que en estos casos, ante el pedido de la defensa, "se corre vista a las partes, se ponen peritos de control y luego se toma una decisión”, y se preguntó "por qué esta confusión, qué es lo que se ha querido ocultar, por qué hablan de una resolución en ese sentido de la Camara Nacional de Casación en lo Penal”.

Martínez consideró que "acá no se ha querido auditar; si es por el estado de salud, no sabemos si está bien o está mal, hay otras resoluciones que decían lo contrario a Díaz Gavier y que se mantuviera en (la cárcel) de Bower”, y añadió que analizaran si "se va a recurrir o no” la decisión”.

En su resolución, el TOF1, señala que Cuestas Garzón "sintéticamente solicita el mantenimiento de la prisión domiciliaria oportunamente concedida en el marco de las presentes actuaciones, solicitando que la misma se concrete”.

Añade que "su estado de salud, (de Menéndez) ameritó que se dispusiera su internación en el Hospital Militar Córdoba” y "de acuerdo a ello, la solicitud efectuada por el letrado defensor, aparece también razonable, correspondiendo en consecuencia restablecer el beneficio de prisión domiciliaria que oportunamente fuera concedido” a Menéndez.

En otro orden Martínez consideró que en el juicio de la causa `Videla”`, "aún falta abrir otros campos, porque a nosotros nos rechazaron todas las pruebas que tenían que ver con médicos, con gente del Poder Judicial y con gente del Hospital Militar”.

"Según el tribunal –señaló al referirse al rechazo al pedido-, no lo hemos fundado y resulta que yo personalmente le llevé al doctor Diaz Gavier y le mostré el escrito que decía en qué fundamos este pedido".

"Ahora –acotó-, han salido con una historia que hacía falta un pliego y no hay un artículo del código que te exija un pliego de preguntas, es más, la jurisprudencia ya ha flexibilizado de forma tal, que con un fundamento somero, el tribunal pueda evaluar rápidamente la pertinencia”.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Menéndez volvió a su casa

escrache frente a la casa de Menendez
CASACION LE OTORGO LA PRISION DOMICILIARIA AL EX JEFE DEL III CUERPO DE EJERCITO

A pesar de sumar cuatro condenas a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, Luciano Benjamín Menéndez fue beneficiado con la cárcel domiciliaria. La agrupación Hijos Córdoba realizó un escrache frente a la casa del represor.      
Por Diego Martínez

La lentitud de la Cámara Nacional de Casación Penal para confirmar las sentencias de los juicios por crímenes de lesa humanidad derivó ayer en la obtención del beneficio del arresto domiciliario para Luciano Benjamín Menéndez, quien suma cuatro condenas a prisión perpetua en el haber. El mayor asesino del norte argentino durante la última dictadura fue condenado en julio de 2008 a cumplir su sentencia en el penal de Bouwer, pero se benefició días después con una resolución de la Sala III de Casación, que ordenó postergar el cumplimiento efectivo de la medida hasta que el fallo quedara firme, paso que no dio durante los 25 meses posteriores. El retorno del ex comandante del Tercer Cuerpo de Ejército a su chalet del barrio Bajo Palermo se produce mientras recrudecen las amenazas a querellantes, fiscales y militantes de derechos humanos.

Paradójicamente, Menéndez no pasó los últimos dos años en la cárcel por las condenas de los tribunales orales de Córdoba y Tucumán, sino por los procesamientos con prisión preventiva de jueces que instruyen causas en primera instancia. Ayer por la mañana, el Tribunal Oral Federal 1 recibió la notificación de la decisión del riojano Daniel Herrera Piedrabuena: el mismo juez que un año atrás decidió postergar la estadía de Menéndez en la cárcel, le otorgó finalmente el arresto hogareño en base a un diagnóstico médico de neumonía bilateral. Al mediodía, durante la audiencia del juicio que Menéndez comparte con el dictador Jorge Videla y 29 ex subordinados, el presidente del tribunal Jaime Díaz Gavier informó la habilitación para retornar al hogar cuando concluyera la jornada.

“El mayor asesino que conocieron las diez provincias que integraron el Tercer Cuerpo de Ejército vuelve a su casa. Ya aprendimos que el único camino que nos garantiza justicia es la organización del pueblo”, escribió minutos después Hijos Córdoba en su perfil de Facebook, para convocar a una marcha de repudio. Cuando concluyó el testimonio de Marcelo Gustavo Iturbe, otro ex preso político que detalló los padecimientos en la Unidad Penitenciaria 1, un centenar de personas se trasladó hasta la casa de Menéndez, custodiada por un imponente operativo a cargo de fuerzas de elite de la policía provincial. A las 20.18, tras recoger sus petates en el Hospital Militar, donde estaba internado desde el 2 de julio, el condenado volvió al barrio en un celular del Servicio Penitenciario Federal, que mañana a primera hora lo devolverá a la sala de audiencias.

“La Cámara de Casación es la gran responsable de que Menéndez vuelva a su casa. Su actitud es absolutamente funcional para que los represores de mayor rango mueran sin sentencia firme”, destacó Claudio Orosz, abogado de Hijos Córdoba. “Días después de la sentencia de 2008, sin entrar en el fondo del asunto, la Sala III ordenó que no se aplicara el punto que ordenaba el cumplimiento de la pena en la cárcel. Luego de esa resolución en tiempo record pasó más de dos años sin pronunciarse”, recordó Orosz. “En diciembre, cuando nos rechazaron el segundo pedido de pronto despacho, dijeron que habían pedido documentos al tribunal. Tres meses después nos enteramos que el tribunal no había recibido nada”, abundó.

La medida que beneficia a Menéndez se produce en un contexto de amenazas crecientes a sobrevivientes, familiares y querellantes: desconocidos que anuncian encomiendas y desaparecen, mensajes telefónicos con música durante horas. “Su hijo va a mirar los rabanitos desde abajo”, le advirtieron al padre de Orosz. La frase lleva la marca registrada de La Perla. La semana pasada, el ex comisario Carlos Yanicelli, torturador del Departamento de Informaciones (D2) que llegó a ser director de inteligencia criminal del gobernador Ramón Mestre, insultó a la fiscal Graciela López de Filoñuk, a quien acusó de “peinar testigos”. La acusación se convirtió ayer en volantes que circularon por tribunales.

Menéndez no es el único condenado beneficiado por las demoras de la Cámara de Casación para confirmar las sentencias. Circulan por las calles con impunidad, entre otros, el general Jorge Olivera Róvere, responsable de la represión en la ciudad de Buenos Aires durante 1976, y los brigadieres César Comes e Hipólito Rafael Mariani, condenados por crímenes en Mansión Seré. A cuatro años de los primeros juicios desde la reapertura de las causas existen sólo dos condenas confirmadas por la Corte Suprema de Justicia: Julio Simón y Miguel Etchecolatz, ambos juzgados en 2006. Los otros 1462 represores imputados y/o procesados, son para el Poder Judicial teóricamente inocentes.

Día 19 con relatos del terror

Miguel Pérez, uno de los más de 30 torturadores imputados.
"A mi lado mataron a Bauducco"
Vera estuvo al lado de Bauducco cuando le pegaron un tiro y relató el episodio. Otro de los testigos dijo que el "Gato" Gómez torturó a un bebé frente a su madre para sacarle información

Concluyeron las testimoniales pertenecientes a José Niztzschmamn y a Humberto Eduardo Vera en el marco de las causas que se siguen en el Juicio Histórico al ex dictador Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez. Ambos testigos fueron presos políticos en los años de la dictadura y revelaron importante información sobre los hechos de tortura y asesinatos, particularmente del caso de José Bauducco.
Humberto Vera fue secuestrado en 1974 acusado de formar parte del copamiento de la Fábrica Militar de Villa María. Lo trasladaron policías de civil al Departamento de Informaciones (D2) donde recibió duros tormentos. Una de sus torturadoras fue identificada y se encuentra en el banquillo de los acusados. Se trata de Mirta "la Cuca" Antón, quien lo golpeaba en los testículos y pinchaba con alfileres. “Pude verla cuando se me corrió la venda luego que me golpearan y la reconocí porque íbamos al mismo club de baile”, dijo el testigo.
Por otra parte, Vera dio un clarísimo relato de cómo asesinaron a Bauducco en la Unidad Penitenciaria (UP1). Luego de una requisa los detenidos fueron cruentamente golpeados y obligados a desnudarse contra la pared del patio de la cárcel. El cabo Pérez golpeó especialmente a Bauducco y le ordenó que se ponga de pie. “Yo le dije a Paco (Bauducco) que se levante porque pensé que se estaba haciendo el zonzo”, relató el ex preso político. Sin embargo su compañero se encontraba en muy mal estado y no se movió por lo que el cabo Pérez le disparó en la cabeza. "El cayó a mi lado y yo vi como le salía humo entre los pelos, incluso se sentía el goteo de la sangre cayendo a la alcantarilla”, narró, muy emocionado, el testigo.
Por último Vera agregó que Pérez “tenía una especial afección por golpearnos y tenía un importante olor a vino”.

Relato complicado
En la jornada de ayer, el primer testigo en declarar fue José Niztzschmamn e involucró puntualmente a Miguel Angel "Gato" Gómez como el más sanguinario de todos. Incluso dio cuenta del terror vivido en la D2 cuando dijo que "el Gato" había preparado “una soguita” y se la había atado a los testículos del bebé de una detenida mientras “le decía: ¿vas a hablar o no?”.
Llegado el momento de aportar sobre el asesinato de José Bauducco en el patio de la UP1, el testigo involucró en la escena del crimen al teniente Alsina, uno de los imputados en el Juicio Histórico. Esto despertó la ira del abogado defensor, el doctor Viola, quien le remarcó una serie de inexactitudes de su relato. Viola le hizo saber al Tribunal que Niztzschmamn ya había declarado sobre el tema en la Conadep y no había mencionado a Alsina. “Es evidente que este testigo está mintiendo, por lo que pido que se lo impute por falso testimonio porque quiere perjudicar a mi defendido”, sentenció el abogado.
Hay que tener en cuenta que han transcurrido más de 30 años de aquellos episodios cargados de tragedia donde los presos no contaban con la posibilidad ni siquiera de realizar las denuncias correspondientes y, según cuentan en el Juicio Histórico, muchos no sabían exactamente de qué hechos se los culpaba. Incluso algunos no militaban ni formaban parte de organizaciones sociales aunque fueron torturados, como el caso de la testigo Waisman.

En la decimonovena jornada estuvo presente la embajadora argentina en México, Patricia Vaca Narvaja, quien cargó contra funcionarios actuales. “Hay muchos jueces que todavía vienen de aquella época e incluso juraron en las actas del proceso nacional. Ellos convalidaron las aberraciones de la dictadura, no haciendo lugar ni recibiendo las tremendas denuncias. Por supuesto también hubo sectores de la Iglesia que lo único que hacían era consolar, pero también acallaban y no daban cuenta de estas denuncias.” Vale recordar que su hermano, Hugo, fue fusilado junto a de Breuil y Toranzo en 1976.

Texto y fotos: Facundo Martínez
(especial para EL DIARIO)